10 de marzo de 2011

CANCIÓN DEL MALEANTE

Letra y música: Chico Buarque.
Adaptación e intérprete: La Nopalera.
Disco: La rabia, dominio público.




Yo intenté una canción en homenaje
a todos esos maleantes
que hay por La Merced, Tepito y tal.
Perdí el tiempo, fracasó mi viaje,
pues aquella palomilla
no existe más.

Ahora ya no es normal,
el resto de maleante, regular profesional.
Ahora con la chapa de maleante oficial;
mañana, candidato a maleante federal,
maleante con retrato en la columna social,
maleante con contrato, con corbata y capital,
y nunca pasa mal.

Mas el maleante de verdad es fino,
él ya botó la navaja,
tiene esposa, coche, amante y tal.
Dicen por a’i que usa paracaídas,
vive en Las Lomas y arranca
por un eje vial.

Ahora ya no es normal,
el resto de maleante, regular profesional.
Ahora con charola de maleante oficial;
mañana, candidato a maleante federal,
maleante con retrato en la columna social,
maleante con contrato, con corbata y capital,
y nunca le va mal.

Mas el maleante en realidad es listo,
él ya dejó las esquinas,
anda suelto por la capital.
Dicen por a’i que está muy bien parado,
vive muy bien embajado
y esto es muy normal.
Al igual que el grupo On’tá, el caso de La Nopalera es un nuevo ejemplo del momento en que la Trova o Canto nuevo mexicanos comenzaron a “infectarse” de rock. La experiencia del nuevo Dylan electrificado en el Festival de Newport —las agresiones de los puristas del folk— de varias maneras las enfrentaron también los trovadores mexicanos que se abrieron a la influencia musical del rock (en composición, arreglos y ejecutantes). Son célebres las rabietas y zancadillas de Jorge Saldaña y otros integrantes de Los Folkloristas, por poner un ejemplo. Afortunadamente, y a diferencia del primero, pronto varios trovadores cambiaron de parecer, e incluso se apoyaron en el mayor dominio instrumental y técnico de los rockeros (como he señalado, esto lo cuenta muy bien Federico Arana en Roqueros y folcloroides), o al revés, participaron como invitados en grabaciones y proyectos rockeros (como Pepe Ávila de Los Folkloristas en El Tlalocman de Botellita de jerez, o Ángel Díaz Macondo con León Chávez Teixeiro). En el blog de Las 100 mejores canciones del rock mexicano añadí 5 claros ejemplos como bonus tracks de esta trova de tintes rockeros. Y otros seguirán apareciendo por aquí.
Canción del maleante de La Nopalera es uno de estos casos. Este grupo se distinguió desde el principio por la fusión de estilos, si bien su base original era la trova. Esto se explica por el origen e intereses de varios de sus integrantes (cabe aclarar que este grupo tuvo varias alineaciones diferentes a lo largo de los años). Así, Arturo Cipriano, Gerardo Bátiz (para la época del último disco del grupo, La rabia, dominio público, al que pertenece Canción del maleante, estaban en sus filas) y los hermanos Toussaint (Eugenio, Fernando y Enrique, que formaron el legendario grupo Sacbé) pertenecían mucho más al ámbito del jazz, mientras que Maru Enriquez y Marcial Alejandro eran trovadores puros. Por su parte, una de sus integrantes terminaría por convertirse en una célebre rockera, plena y potente: Cecilia Toussaint, y en su momento hasta Guillermo Briseño colaboró con el grupo. Esta mezcla de influencias, más las propias de los compositores latinoamericanos de quienes tomaban su material (desde el propio Marcial Alejandro, pasando por el panameño Rubén Blades, el chileno Víctor Jara y el brasileño Chico Buarque, autor de Canción del maleante), hizo que La Nopalera igual tocara ritmos latinos, que música tradicional mexicana, bossa nova, etc. Sin duda Canción del maleante muestra una de las mayores influencias rockeras en el grupo, pese a que su compositor es, como dijimos, el brasileño Buarque. Primero, porque se trata de una adaptación a la realidad barriera de la Ciudad de México (de ahí la incorporación de referencias reconocibles, como La Merced, Tepito y Las Lomas), de una canción hecha para otra forma de ser y sentir, y que forma parte de una obra conceptual mayor (Ópera del maleante, que es una especie de versión de La ópera de los tres centavos de Bertold Brecht). Su nombre original es Homenaje al maleante (en portugués, Homenagem ao malandro), y con Buarque suena, obviamente, más a samba o bossa nova.
Pero no sólo las mencionadas referencias la vuelven más barriera en la versión de La Nopalera: el inteligente arreglo, mucho más desnudo, cotidiano, de guitarra acústica, bajo y percusiones, le imprime un aire mucho más cercano al fox trot, sobre todo por el estilo del guitarrista (no tengo a mano el nombre), de acordes claros que se apoyan en derivados semitonales que enriquecen mucho la rola. Si a esto le sumamos los murmullos al fondo (es notoria la similitud de intenciones musicales con la recientemente revisada Cipolite-Beach de Quintana Roo), el recurso gutural del intermedio (que recuerda a Rockdrigo), los silbidos de la última parte (que recuerdan los de Jaime López en bxh/2), más el impecable saxofón de Arturo Cipriano al final (que inmediatamente evoca el de Brian Jones de los Rolling Stones en You know my name (look up the number) de los Beatles, rola con la que Canción del maleante comparte mucho del espíritu rítmico), la rola suena mucho más cercana a los ejemplos que hemos mostrado en ambos blogs bajo la etiqueta fox trot. Es decir, hablamos de un fox trot no puro, sino de un jugueteo acústico con el ritmo, de músicos evidentemente no naturales del género, y que lo llevan al asfalto, al barrio marginal y a la realidad más áspera de México. Por ello, resulta muy interesante comparar todo el material etiquetado como fox trot en ambos blogs, para notar no sólo las diferencias entre sí, sino las que poseen con el material del rock extranjero mencionado como influencia en los análisis, y también con el auténtico fox trot tradicional. En todo caso, La Nopalera logra una versión muy certera, gracias a la magnífica voz de Lucy Bermejo (del clan de Margie, si no me equivoco) y los aportes musicales mencionados, en un arreglo imaginativo, muy disfrutable. Con las referencias a la realidad capitalina mexicana (siempre creí que algo similar habría que hacer con Caballo de cartón de Joaquín Sabina, transportada a las estaciones del Metro del D.F., para poder sentir toda su emoción), la letra original de Chico Buarque se nos vuelve absolutamente familiar, en este nuevo tratamiento al fenómeno de la sociedades trastocadas, en que no se sabe quién es el verdadero enemigo: si el que denuncia el facilismo oficial, esperpéntico, reduccionista y maniqueo, creador de monstruos y demonios de cine B y película de El Santo (Chávez, Irán, Irak, los Zapatistas, etc.) o el de cuello blanco (tanto expresidente mexicano pelón o de botas vaqueras, Bush y su “bando de los buenos”, las trasnacionales, el empresariado, los banqueros, etc.). Por ello, en un mundo manipulado por los intereses de los medios y poderes fácticos (como con Gaddafi, enemigo ahora, socio antes, así que ¿se trata de derrocar un tirano, o de los intereses por el petróleo?), en que ya no es fácil saber qué es revolucionario y qué terrorista, o qué fundamentalismo y qué una cultura caricaturizada por Occidente, Chico Buarque (como el mencionado Sabina en ¡Al ladrón, al ladrón! y Qué demasiao, Serrat en Una de piratas, de alguna manera Choluis en Córtate esas greñas, Jaime López en El mequetrefe, Caite cadáver y Chilanga banda, Botellita de jerez en El Zarco, etc.), prefiere revalorar desde una visión más crítica, más analítica y amplia, al pícaro marginal obligado por la falta de oportunidades y el abuso histórico de las auténticas plutocracias en que se han convertido las democracias. Pero en Canción del maleante, es justo la extinción del viejo ladronzuelo, del Canillitas, del Periquillo Sarniento, del Lazarillo de Tormes o de los Rinconetes y Cortadillos de antaño, lo que se denuncia, sustituidos por los verdaderos trácalas del presente, agrupados en partidos políticos, burós financieros, puestos directivos y clubes de empresarios. ¿Quién es el condenable, entonces? Chico Buarque, inteligentemente, decide decirlo sin decirlo, jugando con el lenguaje, las cacofonías y parónimos, y la elipsis: la mejor manera de dejarlo claro como el agua, pero espeso, terrible y fuerte como el pulque barriero. Uno no puede dejar de recordar el personaje del Jaguar en La ciudad y los perros de Vargas Llosa, o el poema Canonicemos a las putas de Jaime Sabines (que musicalizó y grabó en su momento el grupo Delirium). El desconcierto de los que vemos todo desde una mínima distancia “decente” (¿es una decencia natural, o un accidente, una circunstancia que fácilmente podría haber sido diferente y aun opuesta bajo mínimas diferencias de vida?) es lo que todos estos ejemplos muestran.
Por todo ello (lenguaje, adaptación lúcida, arreglo juguetón y crudo, etc.), Canción del maleante de La Nopalera se acerca al rock sin llegar a serlo, sin complejos ni barreras desde dentro. Las barreras las ponen los fundamentalistas del ritmo, como el mencionado Saldaña, que, afortunadamente, y como dijo Carlos Monsiváis, se han ido muriendo solitos de pura obsolescencia.

2 comentarios:

  1. Mi estimado Pingüino:

    No quiero pasar desapercibido que hoy, 4 de mayo, nuestro querido compa y carnal Marcial Alejandro estaría cumpliendo 56 años.

    ResponderEliminar
  2. Qué bueno que lo recuerdes, estimado Rodrigo, yo soy pésimo para las fechas. Por acá aparecerá seguro algo de Marcial pronto...
    Un abrazo.

    ResponderEliminar