18 de julio de 2014

GANAS


Letra y música: Gabriela García Rivas, Gabo.
Intérprete: Flor de metal.
Disco: Ciudad azul.




Yo veía cuando venían las ganas sobre de mí.
Quería besarte, tocarte, llegarte:
quiero amarte
y erizarme si me dejas,
si pudiera
meterme por tus venas.


Ya no aguanto más, ni una hora más sin ti.
Frente al espejo pasas tanto tiempo.
Yo te veo,
te digo que te quiero.
¿Cómo es eso?
De hecho, contigo donde quieras quiero.


Ya me siento más adentro,
más arriba.
Ya estoy más tranquila,
y mi alma
gira, gira, gira…


Ámame mucho, duro, profundo, tan grande como el mundo.
Vente despacio, contando los pasos,
y ese abrazo
que sale desde adentro
sin pensarlo.
¿Sabes qué?, me estás llegando duro.


Ya me siento más adentro,
más arriba.
Ya estoy más tranquila,
y mi alma
gira, gira, gira…





Como ocurre con el humor, las “palabrotas”, lo sentimental y otros recursos, el arte erótico siempre camina por el filo entre lo logrado y lo fallido, y el desbalance es fácil, el grado de dificultad lo pone muy al alcance. Quizá por eso no muchos lo intentan. Podemos pensar en distintas obras de D. H. Lawrence, Henry Miller, George Sand, el Marqués de Sade y sobre todo Anaïs Nin, en textos como Delta de Venus, Pájaros de fuego, y especialmente sus Diarios, como el que se editó de manera tardía, con los materiales que se habían censurado, y conocido como Incesto. También merecen lugar aparte Guillaume Apollinaire, con obras como Los once mil falos y Las aventuras de un joven Don Juan, y Georges Bataille, con libros como Historia del ojo, además de su gran análisis del tema: El erotismo. Y de hecho habría que incluir el mismísimo Cantar de los cantares bíblico, pese al absurdo esfuerzo por hacerlo parecer un texto simbólico sacro. En la literatura mexicana podemos citar a Juan García Ponce, con obras como su novela Inmaculada o los placeres de la inocencia y su cuento El gato. Ni hablar del cine, con ejemplos innumerables, y que derivaron finalmente en la pornografía propiamente dicha (muchos de los libros mencionados han recibido a lo largo de la historia tal calificativo con excesiva y acrítica facilidad). Lo mismo las artes plásticas. Pero las canciones no han sido el lugar más propicio para la creación erótica, pese a que el oído puede ser perfectamente un órgano excitable. Lo más a lo que suele llegarse es a la desmitificación a través del humor, como vimos al revisar o mencionar rolas como Ámame en un hotel o Bonzo de Jaime López, Oh, yo no sé y Amor visceral de Rockdrigo, Pastel Artaud, Laura y Los misterios de rosa de Mamá-Z y Coito circuito de Trolebús. Es una manera de liberar la represión sexual, sí, pero el erotismo no es lo mismo que eso. A grandes rasgos podríamos decir que se trata de arte plenamente erótico no al que trata el tema sensual o sexual a través de la revisión reflexiva, crítica o poética (como en Rojos de marzo de Roberto Ponce, y en la trova, Acuéstate, hazme sentir y derramarme en cada poro de tu cuerpo, de Pablo Milanés o Dentro de Luis Eduardo Aute), sino el que se concentra en reflejar el placer en sí, y aun en provocarlo a través de esa evocación más bien realista. En este último tipo de canción, plenamente erótica, sólo se me ocurren Sangre de Roberto González (y eso por el osado recurso del gemido femenino final en la versión del disco Aquí) y la canción de este análisis: Ganas de Flor de metal
Como mencioné al principio, al igual que el humor por el humor, las groserías, las blasfemias, etc., el recurso erótico fácilmente puede malograrse, al volverse el objetivo único, y no la herramienta que propicie una obra de alcance mayor, que lleve finalmente a una reflexión sobre el ser humano. ¿Pero cómo puede lograr eso el arte erótico, si antes dije que no busca la revisión reflexiva, crítica o poética, sino reflejar y provocar la excitación? Pues justamente ese es el gran desafío, porque como he mencionado antes, el verdadero arte, sea cual sea, es un fin, y nunca un medio. A lo largo de la historia, obras como las mencionadas de Apollinaire comenzaron como meros divertimentos erótico-pornográficos, con los que el autor disfrutaba más corroborar su nivel del dominio de la técnica que los alcances de la obra, pero por eso mismo, pronto se desgastó el recurso, y como también he mencionado, el arte nunca va para atrás. ¿Pero acaso el erotismo de la vida real (no el artístico) no posee ese mismo dilema, que quede algo más significativo después del orgasmo, y no que ahí se termine todo? Obviamente exceptuando a los que buscan ese mismo mero divertimento fugaz para su vida… 
La canción Ganas de Flor de metal posee varios méritos como obra erótica. Indudablemente uno mayor es que muestra la visión femenina, expresión históricamente reprimida al máximo, tanto en el Occidente judeocristiano como en la cultura islámica (donde la negación del cuerpo femenino es casi total). Este grupo comenzó como un nuevo intento de crear una banda exclusivamente de mujeres, algo que en la historia del rock y sus subgéneros nunca ha cuajado del todo (han funcionado un poco mejor los grupos mixtos, si acaso, pero tampoco demasiado, para ser sinceros). Podemos mencionar a lo más The Bangles, The Runaways, las mexicanas Aurora y la Academia y una que otra banda latinoamericana, pero ninguna realmente destacable (obviamente no incluyo a los grupos vocales como Chordettes, Ronettes o Supremes, sino que me refiero a los grupos cuyas integrantes tocan sus instrumentos). Flor de metal inició de hecho con un amplio número de integrantes, que incluían una bajista y hasta una violinista. En esa época su compositora principal, Gabriela García Rivas, Gabo, se encargaba de la guitarra acústica. Pero como suele ocurrir, las deserciones se sucedieron, hasta terminar en el trío que grabó el disco Ciudad azul, ya con Gabo en los teclados, más la baterista Norma López y la maravillosa saxofonista Sibila de Villa (sueño romántico de juventud para muchos —incluyéndome— desde su célebre actuación en la película Un toke de roc de Sergio García, y que ha desarrollado una carrera como solista, con temas un poco más inclinados hacia el jazz). Ganas es sin duda la mejor rola del disco. Con pretensiones de corto alcance, sin duda resulta mucho más sutil que la mencionada Sangre de Roberto González, pero precisamente esa delicadeza le imprime su sentido femenino, porque es sólo aparente, sólo suave para alguien que no percibe el metatexto, el lenguaje escondido, que se asoma por la entonación y la elección de ciertas palabras y líneas, que fugazmente muestran su contenido caliente, como pequeñas ventanas tras el vapor del cuerpo erizándose (como el agudo del último “gira” del estribillo). Por ello, sin llegar a desbordarse, el lenguaje se intensifica en la segunda parte de la rola, pero se contiene a tiempo al llegar de nuevo al estribillo, para que sea la percepción sensual la que prosiga imaginariamente el relato en el escucha, y ya no su expresión directa. Pero sin negar estos méritos, no puedo dejar de mencionar que la letra igual se queda un tanto corta en sus alcances poéticos; pero cuando podría venirse abajo ante su simpleza, justo termina, así que igual queda un buen sabor de boca tras oír la rola. 
Mucho de esa buena impresión señalada se debe a la corrección de las instrumentistas y la cantante. La batería es precisa, sin alardes, y la calidez del sax de Sibila imprime el adorno justo, sensual (sin duda es el mejor instrumento para este tipo de tema), sobre unas voces de teclado muy bien elegidas, atmosféricas, pero tenues. Y la voz de Gabo, cálida y ligeramente rasposa, es perfecta para las líneas sensuales de la letra. 
De este modo, Flor de metal se arriesga en Ganas a la canción plenamente erótica, y escoge una sutileza y transparencia muy gratas que, aunque al final no provocan una canción fuera de serie, consiguen su objetivo de corto alcance con perfecto (y cachondo) tino.