30 de noviembre de 2013

ESQUELETO


Letra, música e intérprete: José Luis Campos, Choluis.
Disco: La estufa de carbón.



Yo no sé cómo te saliste de mi cuerpo;
¡huy, querido esqueleto, ahora me siento hueco!

No soportas el recuerdo de la chava que anda lejos;
quieres ir a buscarla y colgar en un gancho mi pellejo.

Pero todo es en vano, mi querido esqueleto:
ella nunca volverá.
De nada sirve doblar mi cuerpo y guardarlo en el ropero,
y aunque te vistas de rocanrolero,
no la vas a apantallar,
ella nunca volverá,
ella nunca volverá…

Ella estuvo aquí conmigo hace muchos, muchos versos;
prometí amarla hasta la médula de los huesos.

Y sólo tú te la has creído, mi querido esqueleto.
La quieres encontrar;
de nada vale tirar mi carne en la red de trapos viejos.
Y aunque le ofrezcas algún hueso muy bueno,
no la vas a apantallar,
ella nunca volverá,
ella nunca volverá…



Como señalé en el post anterior, José Luis Campos, Choluis, también rondó las huestes del movimiento rupestre. No como parte de los grupos Trolebús o La calle de la amargura, donde evidentemente hacía rock urbano, sino en su carrera solista, que incluye una impresionante cantidad de demos grabados en Radio Educación, llamados Las descarriadas, y sobre todo su grabación ya profesional La estufa de carbón. Ya en el otro blog señalé los excesos humorísticos de Choluis, que muchas veces han malogrado su innegable inteligencia, en aras de asombrar y hacer reír a toda costa. Algo que, es justo decirlo, no sólo le ocurre a él, sino que es la orilla de precipicio sobre el que se aventura toda obra cómica. Pero también señalé lo atinado que resulta otras veces, cuando encuentra un mayor equilibrio entre ese afán y un fondo de mayor alcance, lo que uno puede ver en rolas como la analizada Atletic Tepis, y también Demonio de la urbe, ¡Chin, pum, cuas, cuas!, Córtate esas greñas o Esqueleto
Esta última es una plena canción de desamor, pero tratada con ingenio y originalidad. ¿La contradicción es incómoda? Curiosamente no, porque mucho del sentido amargo lo da la línea melódica de la canción, un tanto sombría, pese a que el arreglo de la versión de La estufa de carbón (se conoció antes la del demo para radio) sí que suena desajustado, con una pretensión efectista propia del progresivo acústico, pero que inevitablemente choca no sólo con la esencia igual humorística de la letra, sino con el timbre vocal de Choluis, poco propicio para un arreglo solemne. Supongo que trató de acomodar su timbre, pero creo que, por su naturaleza sonora, está más allá de su control. Quizá Choluis trata de luchar contra esa condición natural, pero por desgracia vive el mismo impedimento que un actor de cara “chistosa” que no convence en papeles serios, o uno muy alto y fornido que deba hacer un papel de personaje frágil, etc. Tal vez por eso resulta más atinada la versión del demo original, sólo a guitarra acústica y voz, en lugar de esos efectos atmosféricos que le imprimen un toque demasiado oscuro, que sí choca con la letra. No por nada una forma de la sabiduría es la conciencia de los límites propios. Pero aún así, Esqueleto es de lo mejor de Choluis, porque detrás de esa variante humorística de la alegoría, que define la canción, en el conflicto entre su razón (representada por su carne y piel, externas) y su impulso amoroso (representada por el interior mayor, el esqueleto), subyace un dolor ante el fracaso, ante la imposibilidad de olvido; un dolor que sí logra expresar y hacer sentir en su escucha, de modo que en este caso el humor no se da por el humor mismo (que es cuando Choluis falla), sino que se resalta su función como mecanismo de defensa ante un sufrimiento de fondo, mucho más trascendente. Y la consecuencia es que el escucha no sólo logra mayor identificación, sino que lo hace de manera más sensible, lo que asegura completamente la función catártica que busca tener una rola de este tema. Al final, el inteligente recurso de la diatriba contra el esqueleto propio, terco en su sueño imposible romántico, muestra lo que en realidad es: esa autoreprimenda que uno tanto conoce cuando se aferra, cuando la adicción al otro, completamente autodestructiva, y la falta de aceptación del fin de una relación se atascan en una autoestima muy malherida. ¿Acaso este fondo no posee, entonces, mucho más importancia que lo que una rola sólo “simpaticona” puede dar? Cuando Choluis logra mostrar esto, es cuando su nivel alcanza lo que muchas veces sólo promete. Y la maravilla es que el humor igual está ahí, algo que Cervantes, Rabelais, Joyce, Ibargüengoitia, Arreola, Woody Allen, pero también Jaime López, Rockdrigo, Mamá-Z y tantos otros artistas han demostrado suficientemente.

25 de agosto de 2013

RADIO PINGÜINO ELEMENTAL (podcast)


Si, estoy estrenando un nuevo medio de encuentro con los amantes del rock mexicano e internacional, y también de otros ritmos de calidad, del arte, la cultura y las ideas: Radio Pingüino Elemental. Claramente no soy experto en este nuevo medio, ni tengo la infraestructura ideal para realizarlo. Pero espero que la motivación valga más que la limitación. Como sea, este programa de radio por internet para escuchar en el momento que se desee (podcast), complementa el trabajo de los blogs, pero en este caso desde el placer relajado, libre y espontáneo, sin reglas, controles ni búsquedas más grandes que el hecho mismo de compartir intereses entre afines, como la música, los libros, el cine, etc., como en una amena plática entre amigos, porque trata de ser justo eso. De mi parte, con las propuestas de canciones, opiniones críticas, sugerencias y reflexiones; y desde los radioescuchas, con la participación en las secciones pensadas para ello. El programa tendrá varias secciones, y sólo algunas aparecerán en cada programa, sin regularidad ni orden establecidos, ni motivación mayor que el impulso emocional y el mero deseo. Algunas son:
  • Literatura: donde se comentarán (o leerán, en el caso de las obras breves) novelas, cuentos, poemas, ensayos y otras obras literarias destacadas, de autores mexicanos e internacionales.
  • Cine: donde se comentarán películas clásicas y recientes que sobresalen por su calidad y propuesta artística.
  • La Invitada Extranjera: donde se comentarán y programarán canciones de rock en otras lenguas, o en castellano de otros países de Hispanoamérica.
  • Otros Ritmos: donde se abrirá el espacio para comentar y programar canciones que, sin ser de rock, son interesantes y significativas.
  • Contingencia: donde se tratará un tema de actualidad, sea político, cultural, artístico, social o científico, para invitar al debate y la reflexión.
  • Otros Medios: donde se comentarán y recomendarán espacios de televisión, radio, internet y demás medios de comunicación, que signifiquen un aporte crítico e informativo.
Pero como ya dije, también hay secciones abiertas a la participación directa de los radioescuchas, tales como:
  • Locutor Invitado: donde se abrirá el espacio para que los radioescuchas envíen su comentario grabado sobre alguna canción de su interés, para incorporarlo a los programas (para ello tendrán que enviar a mi e-mail ambos archivos, comentario y canción, en formato mp3, o el link de descarga de los archivos si los suben a un servicio de hosting, obviamente cuidando que la calidad de las grabaciones sea lo suficientemente óptima, y que su propuesta sea congruente con el espíritu del programa).
  • Noticiario: donde, gracias a la información que envíen los radioescuchas, se comentarán conciertos próximos, discos de reciente aparición, o sucesos novedosos de la música, los músicos y artistas de México y del mundo.
  • Respondiendo al Radioescucha: donde se responderá alguna pregunta, inquietud o tema sugerido, que los radioescuchas comenten en el blog del programa o envíen por e-mail.
  • La Complacencia: donde se comentarán y programarán canciones o solistas y grupos que sugieran los radioescuchas, sea porque quieran que se analicen, o por el mero placer de escucharlas, y que hayan pedido en los comentarios del blog o por e-mail.
Pero el programa también está abierto a incorporar secciones que los radioescuchas sugieran.

En fin, quedan invitados para la participación, los comentarios y sugerencias, que, como en el caso de los blogs, son los que finalmente cierran el círculo comunicativo entre la propuesta de difusión y análisis crítico, y la opinión y el aporte que los enriquezca aún más, objetivo central de este nuevo programa de radio y de ambos blogs. Sean, entonces, bienvenidos a Radio Pingüino Elemental, y espero que lo disfruten:



12 de agosto de 2013

SANTA DEL INFONAVIT


Letra y Música: Armando Palomas.
Intérprete: Armando Palomas y Gerardo Enciso.
Disco: Puros besos.


 

Cuando el trueno comienza a anunciar
que la lluvia pronto va a caer,
desde un rincón de esta ciudad
alguien ha comenzado un ritual:

ha jurado dejar las pastillas,
dejar para siempre el arrabal,
sacar sus ansias de adrenalina,
sacar sus instintos de Santa.

De Santa con olor a crisantemo,
de Santa de la esquina y un farol,
Santa tatuada de las caderas,
Santa de sudor y tierra,
Santa de mi devoción.

Santa con olor a incienso negro,
Santa de los labios con alcohol,
Santa de olor a hierba quemada,
Santa de mis madrugadas,
Santa de mi devoción.

Santa de calumnias y secretos,
Santa de los besos de alfajor,
Santa con altar en la cantina,
Santa de la mezcalina,
Santa de mi devoción.

Santa de los ojos angustiados,
Santa del castigo y del placer,
Santa, ruega, ruega hoy por mí,
Santa de mi veladora,
Santa de un Infonavit,
Santa de un Infonavit,
Santa de un Infonavit.


Ahora que se editó el libro Rupestre (que, por cierto, hace generosa mención del otro blog, y que agradezco mucho), donde se analiza este movimiento rockero mexicano, y se entrevista a varios de sus representantes más destacados, reflexioné sobre sus diferentes etapas. Una primera es la que propició la unión de los músicos que definieron y desarrollaron el subgénero: los que aparecen en la célebre foto, es decir, Roberto Ponce, Nina Galindo, Eblén Macari, Fausto Arrellín, Roberto González, Rafael Catana y Rockdrigo, pero también los que, sin haber formado parte oficialmente, coinciden en su estética y espíritu, a veces a pesar suyo, como Jaime López y Emilia Almazán. En un segundo momento, está una siguiente generación, herederos directos de esta búsqueda, como Arturo Meza, Armando Rosas, Iván Rosas, Jaime Moreno Villarreal, Carlos Arellano, Gerardo Enciso y hasta Choluis. Y aun hay ahora una tercera generación que, aunque marca nuevas diferencias y distancias, posee indudable influencia de los rupestres, como Nono Tarado, Alias el Hacs y sobre todo Armando Palomas. Por desgracia, pese a algunos méritos innegables y varias rolas realmente buenas, se nota ya en esta última etapa un desgaste, una carga que se ha extendido demasiado en el tiempo, una reiteración estilística que empieza a agotar, y una necesidad ya urgente de búsqueda por una vía nueva, fresca, musical y letrística. Finalmente, un ciclo cumplido, lo que muestra una vez más que el arte exige renovación permanente, aunque a muchos les cueste asumirlo así.
Pero como ya dije, eso no significa que la nueva generación de influencia rupestre no logre muy buenas canciones. Es el caso de Santa del Infonavit, de Armando Palomas, que interpreta con el invitado Gerardo Enciso. Más tirado hacia el humor reiterativo, por suerte en este caso Palomas se modera más de lo habitual. Como en el caso del post anterior, estamos ante una canción que recibe influencia directa de un personaje literario. En este caso, Santa, de Federico Gamboa, no sólo la novela más destacada del Naturalismo mexicano, sino la que inauguró el cine sonoro en México (con la consabida canción homónima de Agustín Lara, compuesta especialmente para la película). Armando Palomas juega con la ambigüedad irónica del nombre de la protagonista de la obra de Gamboa, para que no se aclare si su uso es como adjetivo o como nombre propio en su rola. Pero también resulta una revisión musical y letrística de la canción de Lara, desde el ángulo nuevo y la forma propia de un neo-rupestre, lo que, de suyo, es muy interesante, precisamente al estilo de El viejo Rip de Rockdrigo, pero en este caso con la ganancia de que se comparan dos canciones, es decir, dos obras del mismo género artístico. Obviamente la canción de Palomas expresa de manera más directa la condición de prostituta de su protagonista (y también moderna, gracias a la alusión barriera del Infonavit), que Lara evade cuidadosamente para que su bolero funcione como una canción de amor más, general. Santa del Infonavit enfrenta de lleno esta condición de prostituta, pero con un correcto control, equilibrando el tema con los recursos poéticos, básicamente metafóricos, al estilo de Real de Catorce en Mujer sucia o Me miraba a los ojos, Delirium en Canonicemos a las putas (musicalización de un poema de Jaime Sabines), Jaime López en Alma de tabique, y hasta Napoleón con Pajarillo en la balada (siendo un género tan liviano), y otros ejemplos, y no desde la crudeza más propia del bolero añejo, como el mismo Lara en Aventurera, y Los Panchos en Amor de la calle y Perdida. Armando Palomas usa un par de estrofas introductorias, para luego dejar que la letra se sostenga en la sucesión de metáforas, y también con el recurso de la figura retórica de conversión en las tres siguientes estrofas; es decir, la repetición del verso final, para cambiar en la estrofa de cierre, y sustituir el recurso por la frase el título, lo que muestra un muy buen manejo de la forma, logrando una letra un tanto minimalista, pero muy precisa en su sencillez, sin desbordes, con cierto aire a la técnica del mosaico.
Por el lado de la música, Palomas crea una balada rupestre a dos guitarras electroacústicas, en tono mayor, pero ligeramente melancólica, que recuerda la línea melódica propia del Joaquín Sabina de Pongamos que hablo de Madrid o Princesa, pero con mayor suavidad, más cercana al estilo de Carlos Arellano en Amor veloz o Ella lo ama, él también. Sin duda la diferencia de timbres hace que el aporte de la voz rasposa de Gerardo Enciso enriquezca mucho el arreglo, y las armonías de la voz duplicada de Palomas resultan muy limpias y gratas. La discreción de los solos de guitarra electroacústica imprime a la rola un aire de reunión bohemia en un patio de prepa o de fogata, pero que no llega a incomodar realmente. No obstante, al final sí queda cierta sensación de que ha sonado algo ya muy conocido, como mencioné al principio, lo que hace sentir que, reconociendo que estamos ante una buena canción, algo de conformismo en la obra de Palomas y demás neo-rupestres empieza a preocupar.

13 de julio de 2013

EL VIEJO RIP


Letra y música: Rodrigo González, Rockdrigo.
Intérprete: Qual.
Disco: Sin editar en disco, grabada para Radio Educación. También hay por ahí una versión del mismo Rockdrigo, pero la calidad de sonido es tan mala, que por eso preferí usar esta versión.




Tuvo un sueño tan bello, un sueño increíble 
de corte gigante;
un sueño inverosímil, algo pedante,
un sueño agobiante,
que no quiso despertar,
no lo quiso soltar, ni dejar matar
por la almohada embriagante.

Sus ojos no se abrieron, labios no se movieron.
oídos sin oír;
en la cama tendida estaba una mentira
que se hacía porvenir.
Como el viejo Rip,
como el viejo Rip,
como el viejo Rip
pasó muchos años soñando los mundos 
[a] que quisiéramos ir.

Y así fue que, soñando, soñó que dormía,
y soñaba despertar;
y como si nada, después de mil años
lo vieron bostezar,
y cuando miró
todo había cambiado, ya era otro lado,
era otro lugar.

"Es tan sólo un sueño", pensó en sus adentros,
y se volvió a acostar,
a ver si soñando podía de nuevo
volver a ser real,
y alguien preguntó:
“¿seremos acaso el sueño de un perro
en un anillo lunar?”.
Como el viejo Rip,
como el viejo Rip,
como el viejo Rip
creyó que el sueño era lo real,
como el viejo Rip,
como el viejo Rip,
como el viejo Rip…


La relación que tiene el rock con la literatura es de las más solidas y recurrentes. Primero, porque varios de sus exponentes son también escritores, sobre todo poetas, y varios han publicado libros (ya en un post del otro blog mencioné a Guillermo Briseño, Jaime Moreno Villarreal, Eduardo Langagne, los hermanos Gerardo y Jorge Meneses de Lucerna Diogenis, Fabio Morábito de Barburia, Carmen Leñero, Arturo Meza, y también hay que añadir a Agustín Aguilar de Mamá-Z, que estudió letras y ha sido profesor, y hasta el mismo Jaime López, que ha escrito narrativa y ha publicado sus letras como poemas, entre varios ejemplos más del rock mexicano, además de casos como Patti Smith y Jim Morrison en el rock en inglés, y de otros ritmos podríamos añadir a Vinicius de Moraes y algunos otros). En segundo lugar, porque varios letristas de rock poseen la suficiente calidad literaria como para considerar sus obras de alto valor poético, como Bob Dylan, Ray Davies de los Kinks, Justin Hayward de Moody Blues, Crosby, Stills & Nash, y un larguísimo etc. (basta ver los extraordinarios ejemplos que aparecen en la pequeña antología La poesía en el rock, de Juan Villoro), además de casi todos los letristas que aparecen en el otro blog, hablando del rock mexicano. Pero en tercer lugar porque también hay canciones que se basan, inspiran, satirizan, hacen homenaje o refieren a obras literarias concretas. Quizá el ejemplo más logrado es White rabbit de Jefferson Airplane, sobre Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carrol, pero asimismo podríamos citar mucho ejemplos más. De hecho, mi propio y autoirónico nick lo tomo de una canción de John Lennon, I am the walrus, que está inspirada en la parte conocida como La morsa y el carpintero, de otra obra de Carrol: A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, y que por cierto Lennon había entendido mal, como reconocería después (se supone que el Pingüino elemental que se menciona en la rola se refiere al poeta beat Allen Ginsberg, aunque toda la rola es casi escritura automática surrealista, y hecha de fragmentos sueltos, unidos a propósito para hacerla indescifrable). Incluso varios nombres de grupos de rock se refieren a obras literarias, como el de los Doors, que alude al libro Las puertas de la percepción de Aldous Huxley y a un poema de William Blake
Como suele ocurrir en muchos otros aspectos por su sello más conformista y marginal, el rock mexicano no ha basado muchas rolas en obras literarias, y la mayoría de las veces las alusiones son leves e indirectas. Ya mencionamos Ay, Inés de Jaime López sobre el personaje literario de Don Juan, y también podemos añadir Conejo blanco de Jaime Moreno Villarreal, inspirada en una leyenda prehispánica. Pero un caso curiosísimo es El viejo Rip de Rodrigo González, el buen Rockdrigo. Esta canción es una de las que dejó inéditas, y supongo que será de sus últimas composiciones, porque el error gramatical que contiene (y que intento corregir con la palabra faltante entre corchetes) me da la impresión que estaba todavía en proceso, en pulido estilístico (sólo lo supongo, aclaro). En todo caso, la letra sorprende en muchos sentidos. Primero, porque nunca antes hizo una referencia literaria tan marcada. En este caso, Rockdrigo retoma el cuento ya clásico Rip Van Winkle del escritor estadounidense Washington Irving, cuyo protagonista duerme por muchos años, y regresa ya viejo a un mundo absolutamente incomprensible (el tema del sueño fantásticamente prolongado aparece también en otras obras artísticas, desde el cuento de hadas La bella durmiente, de los hermanos Grimm, y también una versión de Charles Perrault, hasta la película El bulto de Gabriel Retes). En segundo lugar, la letra sorprende porque de alguna manera tiene un cariz diferente al resto de la obra de Rockdrigo, un tono un tanto más serio, más filosófico, que se nota al fondo. No es que no lo haya logrado antes, en canciones como No tengo tiempo (de cambiar mi vida), Rock en vivo, Si acaso y Algo de suerte, pero aquí no es la construcción metafórica osada lo más significativo, como en esos casos, porque su lenguaje es transparente (incluyendo la licencia de las rimas fáciles de verbos y adverbios terminados en -mente, que en este caso no logran afectar demasiado la rola); en El viejo Rip uno queda con la impresión de que la lectura de la obra de Irving tuvo un impacto profundo en él, quizá como ninguna otra, pero más allá de esta mera especulación, sin duda Rockdrigo retoma un cuento que posee un fondo más bien satírico (Rip Van Winkle se queda dormido sin desearlo, pero en un paraje al que suele ir para escapar de los infinitos reproches de su esposa, y al regresar, en medio de un mundo agresivo por desconocido, el primer alivio será que esa esposa ya no está viva), y lo transforma en una reflexión ontológica, más cercana a Descartes, Calderón de la Barca o Heidegger (guardando las proporciones, obviamente). Es decir, el mundo agreste en el personaje filtrado por Rockdrigo es el cotidiano de cualquier época, y no el local y doméstico de Irving, por lo que su reflexión es mucho más profunda, resumida en el mejor verso de la rola: “¿seremos acaso el sueño de un perro en un anillo lunar?”, que suena a la duda metódica cartesiana, al conflicto de realidad-irrealidad de Calderón y a la incertidumbre de Heidegger entre el ser y la nada. De esta manera, Rockdrigo crea (o hace un símil) un nuevo Rip Van Winkle, contemporáneo, con las angustias modernas, y eso imprime a la rola una originalidad de hecho superior a la habitual en él, ya de por sí amplia, y de esta manera nos lega un hallazgo de inteligencia, sensibilidad y búsqueda poética y reflexiva impactantes.
Por el lado de la música, aunque se trata de una pequeña balada rupestre (ligeramente más rítmica en la versión del autor), la línea melódica es muy grata en su sencillez, cálida, que tiene tintes juglarescos (no puedo evitar imaginármela con un arreglo de tintes medievales, tipo Arturo Meza en Anael o Eterut, que esa estructura de acordes sugiere, muy adecuados para el tipo de personajes del cuento de Irving, que, aunque son más modernos, incluyen esos magos, casi gnomos, dueños del licor que provoca el sueño en Rip Van Winkle), y que le dan a la rola una atmósfera misteriosa, pero no oscura, sino un tanto mística, sin que sea densa; es decir, un aire bastante bien equilibrado, muy acorde al espíritu de la letra (lo que no era nada fácil con una letra tan especial). Por fortuna, Fausto Arrellín logra interpretar muy bien las rolas de Rockdrigo, sin imitarlo, conservando su propio estilo, lo que tampoco es fácil. La versión acústica del grupo Qual saca adelante la rola sin grandes pretensiones, acudiendo al minimalismo de un par de guitarras acústicas, una de Fausto y otra de Paco Acevedo, más las muy discretas percusiones de Adrián Gasca, lo que conserva mejor el aire rupestre de la rola.
De este modo, El viejo Rip es una sorpresa múltiple, enormemente disfrutable, que hay que agradecer no se perdiera en el olvido.

10 de junio de 2013

SOUVENIR


Letra y música: Juan Bolaños y Hugo Tamez.
Intérprete: Luzbel.
Disco: ¿Otra vez?


Como la mañana y el vino de abril,
tengo tu recuerdo, ¡oh, Souvenir!
Busco tu voz y en el eco me responde tu silencio;
la obscuridad de tu alcoba me responde que te vas…

No sé por qué tienes que partir,
si todo era bello y era feliz,
si tu presencia en mi vida es como en este mundo el viento,
si el corazón se desgarra de pensar que volarás.

Porque el amor vuela,
la soledad llega,
y tu recuerdo
me hace pedazos,
y tú todavía no te marchas…

Como la mañana y el vino de abril,
tengo tu recuerdo, ¡oh, Souvenir!
Busco tu voz y en el eco me responde tu silencio;
la obscuridad de tu alcoba me responde que te vas…

Porque el amor vuela,
la soledad llega;
porque el amor vuela,
la soledad llega,
y tú todavía no te vas…


Cuando hice el otro blog, supuse que los seguidores de ciertos subgéneros reclamarían su escasa o nula aparición en la lista, así que eso no podría extrañarme. Pero curiosamente me extrañó lo contrario: pasó poco, y en algunos casos, nada. El más significativo fue el caso del llamado heavy metal, o para mayor generalidad, el rock pesado (incluiría todas las variantes del metal, el punk, el trash, etc.): no ha habido un solo reclamo. Supongo que se debe a la falta de argumentos sólidos para contraargumentar los míos, no porque sean demasiado brillantes, sino porque son relativamente evidentes. Yo esperaba ese debate para exponerlos, pero como no llegó, aprovecharé la rola de este post para hacerlo.
He dicho por ahí que, desde el punto de vista de la calidad musical, todo subgénero tiene méritos y deméritos dentro del rock (en otros tipos de música hay varios ejemplos sin mérito alguno). Lo que varía es la cantidad de ellos, y sobre todo, su equilibrio. Salvo muy honrosas excepciones, el heavy metal posee recursos muy limitados en el fondo, aunque la parafernalia y el efectismo intenten ocultarlo a los oídos de los escuchas menos críticos, que son los que generalmente forman su público. Sin duda el mayor mérito de este subgénero es la calidad de sus ejecutantes, sobre todo guitarristas. Los ejemplos sobran: Raúl Greñas, Icar Smith o César Calderón en México, y Slash y el tristemente malogrado Jason Becker en el metal internacional, sólo por citar algunos. Pero esa capacidad técnica muchas veces suele limitarse a la mera velocidad, que debería ser sólo uno de los recursos importantes de una ejecución guitarrística, y en muchos casos, ni siquiera tan primordial, sino más apantallante que efectiva (es fácil notar esa diferencia si comparamos a los metaleros más puros con Jimmy Page, a quien se considera precursor del subgénero, pero que poseía sin duda muchísimos más recursos que la mera rapidez). Pero no es difícil notar que basta escuchar una segunda rola, no ya de un mismo grupo, sino de otro representante del mismo subgénero, para sentir que la repetición es demasiada. Además, suele haber un nivel bastante menor en bajistas y bateristas, quizá no por su propia limitante técnica, sino por la estructura misma del ritmo. Por ello, es difícil encontrar canciones con una búsqueda distinta dentro del heavy metal. Ciertamente esto no es exclusivo de este subgénero; pasa también, por ejemplo, en el blues, y también se explica por su génesis añeja y de cierto primitivismo (no hay que olvidar que es una creación de esclavos negros estadounidenses; es decir, proviene del sector más marginal de su época). No obstante, creadores más modernos sí han mostrado que el apego a la estructura más bien fija del blues no impide la suficiente exploración y fusión con otras formas musicales (ya señalé que Briseño y Real de Catorce son muestras de ello en México). De este modo, aunque las reiteraciones se dan en todos los subgéneros, sin duda el heavy metal, demasiado concentrado en el impacto de la velocidad técnica de sus guitarristas, lo ha vuelto ya una de sus cargas distintivas.
Pero si eso ocurre con este subgénero en la parte musical, esto empeora en el lado de las letras, y más en México. Prácticamente todo el metal mexicano se caracteriza por una contradicción que, por el cariz de sus elementos opuestos, raya en el ridículo: una exageración de recursos supuestamente mortuorios y demoníacos (cadáveres, diablos, infiernos, calaveras, espectros, sangre, blasfemia, apocalipsis, etc.), además de sus contrapartes (ángeles, cielos, pecados, cruces, calvarios y demás), que arman una religiosidad de signo contrario, profundamente ingenua, que vuelve al género infantil e inofensivo, cuando desesperadamente trata de ser lo contrario, rupturista e impactante. Y las veces que intenta incluir alguna crítica social lo hace de manera obvia, fácil, simplona, sin análisis de fondo y sin exploraciones verdaderamente logradas en la forma. Por ello, toda buena intención se queda siempre corta si no aporta nivel artístico, inconformidad estilística ni equilibrio en la emocionalidad oscura que pretende crear.
Curiosamente un caso un poco más logrado en el heavy metal mexicano es la canción Souvenir de Luzbel. Y es curioso, porque justo se debe a que se aleja de la mera explosividad rítmica que suele distinguir al metal, y explora más las tonalidades y los vaivenes melódicos de la balada semigótica, medieval, renacentista y aun toques de celta, algo parecido a lo que han hecho otros grupos (por ejemplo algo de eso hace Scorpions con Wind of change, y sobre todo algunas cosas de Mago de Oz o Rata blanca en el rock en español). Y eso sólo evidencia que líneas melódicas muchísimo más antiguas igual son más ricas que el metal absolutamente moderno, lo que, me parece, habla por sí mismo. En el caso de Souvenir, la incorporación de las guitarras electroacústicas para hacer la introducción más clara y cercana a esas líneas melódicas es muy atinada, pero también refuerza el alejamiento de la lógica metalera habitual. Dicha línea también permite que la voz de Juan Bolaños (de timbre menos grato que el del exvocalista más identificado con Luzbel, Arturo Huizar, pero muy bien controlada y potente) se luzca más de lo habitual, desde la habilidad de sus escalas y no desde el grito, e incorpore así el equilibrio necesario y modernizador con la técnica metalera de cantar. Y también la elección de una figura fija al final del solo, hecha con dos guitarras ya eléctricas en armonía (al estilo del final de Hotel California de Eagles) es poco habitual, pues el metal suena siempre a solo improvisado, aunque no lo sea, y en general con una sola guitarra, así que una vez más esa novedad en el subgénero lo refresca y enriquece melódicamente, pero lo aleja de su tradición, algo que debería pasar tanto que ya no pudiera hablarse de vicios reiterativos. De este modo, la música y el arreglo de Souvenir son bastante buenos, porque aquí la indudable calidad técnica de Greñas en la guitarra sí está acompañada de un entorno melódico favorable, y por tanto, no se vuelve una isla entre un mar de bases rítmicas machacantes, como suele sucederle no sólo a Luzbel, sino a todo el metal mexicano e internacional.
Sin embargo, una vez más la parte de la letra es muy floja, y desequilibra la canción de manera lamentable. Se nota el esfuerzo por crear una letra poética que alcance la calidad de la música, porque se buscó la incorporación de figuras retóricas no habituales en las letras metaleras, pero finalmente se nota del mismo modo la escasa habilidad para concretarlas de manera novedosa y profunda. Por ejemplo, se escoge para la primera línea la figura retórica más simple: una comparación. ¿Pero qué sentido elíptico tiene ese “vino de abril”? ¿Qué rasgos distintivos tiene el vino en abril, que no posee en otros meses, como para poder crear en la mente del oyente o lector de la letra una referencia honda y de impacto estilístico? Cuando, por poner un ejemplo, Roberto Ponce habla de “rojos de marzo”, la referencia lleva directamente al clima, al color de los atardeceres de marzo. Si la búsqueda en Souvenir era invocar la tibieza del vino bajo el clima de abril para compararla con el recuerdo, la elección es pobre, porque los elementos elegidos no son los más impactantes ni por su fondo ni por la figura poética que crean. Esto demuestra lo dicho antes: buena intención, mal logro, por inexperiencia e ingenuidad. Enseguida aparece la línea más lograda: “en el eco me responde tu silencio”. La contradicción lógica es lo de menos, porque como recurso literario no sólo es totalmente válida, como oxímoron (como “el sonido del silencio” de Paul Simon, una buena referencia para ver cómo un mismo tipo de imagen sí se puede lograr de mucho mejor manera), sino de gran riqueza poética si se hace bien, aunque de nuevo no se alcanza a ver plenamente la motivación estilística de su elección (casi parece accidental). Pero incluso así, es la mejor imagen de la letra. Sin embargo, cuando uno empieza a sentir esperanza de que la ambición poética pueda crecer a partir de esta línea, viene de inmediato la mala elección de la palabra “alcoba”, ese tipo de palabras que, por su carga desgastada por los lugares comunes, tienen que usarse con mucho cuidado, porque fácilmente llevan al ridículo y la cursilería (lo mismo que “ternura”, “princesa”, “sublime”, “candor”, etc.). Y si bien se podría argumentar que dicha palabra corresponde con la atmósfera añeja de la línea melódica, al ser la única vez que se usa ese recurso, no parece que la intención sea reforzar esa congruencia, sino que se eligió por querer sonar poético sin saber hacerlo, acudiendo a la llamada “palabra dominguera”, al modo de los versificadores caricaturescos de pueblo y del estilo demagógico de los políticos (como muestra Rulfo en su cuento El día del derrumbe, por ejemplo). Y todo empeora, porque, como si el fallido esfuerzo por intentar un estilo poético hubiera sido demasiado para el compositor, se pasa de plano a la frase más obvia posible: “no sé por qué tienes que partir, si todo era bello y era feliz”, digna del más puro Juan Gabriel, Martín Urieta o cualquier baladista hecho por Televisa. Así, como podemos ver la inestabilidad estilística de la letra es evidente, y sus alcances, paupérrimos, el mismo mal de siempre en el heavy metal, aunque esta vez no sea por los excesos de la tradicional cuasimitología barata de ángeles y demonios.
De este modo, es una pena que una de las mejores piezas del metal mexicano igual tenga notorias desventajas, desajustes y francos tropiezos frente al nivel artístico de otros subgéneros del rock. Y harían muy bien los amantes del metal en considerar objetivamente estos argumentos que sostienen esta opinión, y los músicos del subgénero en seguir creciendo, en lugar de la mera rabieta que estos y otros análisis críticos les suelen provocar.