Disco: Así como soy.
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve hablando con un cajón
de ideas.
Mi nombre estaba anotado en su agenda.
Mi nombre era una sigla de lata.
Mi nombre era un traje sin un hombre adentro.
Mi nombre era un traje sin un hombre adentro de él.
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve sentado en un banco de viento.
“Séquese la vida antes de entrar,
rómpase la risa antes de entrar,
cuelgue su cerebro antes de entrar”,
reza el cartel allí,
reza el cartel allí…
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve alternando con un ser
gaveta.
Para él las personas se miden por metros.
Para él, buenos o malos, y vivos o muertos.
Para él no hay consigna si no es su consigna.
Para él no hay consigna si no es su consigna gris.
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve afilando un cuchillo de tiempo.
“Séquese la vida antes de entrar,
rómpase la risa antes de entrar,
cuelgue su cerebro antes de entrar”,
reza el cartel allí,
Un viejo amigo poeta me insistía en que de todas las cosas, experiencias, sucesos, obras y actos, incluyendo los más estúpidos, limitados y frívolos, se podía extraer una reflexión inteligente y profunda. Con el tiempo, he podido entender que tenía razón, porque eso depende del que ve, escucha, reflexiona y critica, y no de lo que inspira o provoca esa reflexión, análisis y crítica. Pese a que reconozco algunos momentos simpáticos, tengo claro que la película School of rock, de Richard Linklater, protagonizada por Jack Black (a quien, por cierto, acabo de ver en un homenaje a The Who interpretando Squeeze box de manera más que aceptable), no pasa de ser simple entretenimiento, comercial e intrascendente. Pero si sigo la opinión de mi amigo, hay por lo menos dos aspectos que le rescato. Primero: que prácticamente todas las canciones y grupos de los que se hace referencia son de lo mejor en la historia del rock, y están citados en un contexto correcto. Y segundo: una escena breve, aparentemente insignificante, pero que me pareció la más crítica de toda la película (si no es que la única): uno de lo niños se le pierde a Black cuando quieren participar en La guerra de las bandas, y lo encuentra en la camioneta de otro grupo, de aspecto metalero, con todos los lugares comunes de la pinta glam oscura (cabello largo, camisetas sin manga, adornos de metal, carrujos de hierba, etc.), jugando póker. Y ante la molestia y el susto de Black, el niño le dice: “¡pero estoy con una auténtica banda de rock!, ¿no se trata de eso?”, o algo equivalente. Y Black le responde: “eso no es rock, es pura pose”. Me parece que la frase da absolutamente en el clavo. Se dice que el rock no es un ritmo, sino un modo de vida. Yo diría que es una visión o posición ante la música, el arte y la vida, una visión del mundo. Por eso, muchas veces un viejito calvo, de camiseta blanca, pantalones flojos y zapatos gastados puede ser mucho más rockero que un adolescente de cabellera larga y encrespada con spray, estoperoles y pantalones de cuero, porque es en la visión crítica del mundo y la reflexión jamás petrificada donde está lo rockero. Todo lo otro, solo, es pura pose, en el fondo idéntica a la de los gruperos, los reggaetoneros y demás grupúsculos, por más distinta que parezca en la superficie.
Toda esta introducción me sirve para explicar la inclusión aquí de Reza el cartel de Noel Nicola, así como de muchas otras canciones aparentemente no rockeras que irán apareciendo (y que aparecen como bonus tracks en el otro blog). Porque en esta canción, Noel Nicola es millones de veces más rockero que, por poner un ejemplo, Bon Jovi. Tanto la letra, como la música y el arreglo de Reza el cartel son mucho más atrevidos, inconformes y profundos que todos los lugares comunes (la ropa, la voz, los saltitos, la guitarra eléctrica distorsionada, los rasgueos bitonales, los gastadísimos ángeles y demonios de las letras, etc.) del posero Jovi. La letra de Reza el cartel es tan lennoniana como Glass onion, Come together, Tomorrow never knows o Strawberry fields forever; tan dylaniana como Just like a woman o Like a rolling stone; tan propia de Procol Harum como A whiter shade of pale y A salty dog; tan simbólica como Helpless dancer de The Who; o tan audaz como White rabbit de Jefferson Airplane. Todos ejemplos con los que Reza el cartel tiene mucho en común. Sus líneas están llenas de imágenes casi psicodélicas, abstractas, sin dejar de significar, porque igual pertenecen a un trovador con convicciones ideológicas firmes (como lo demuestran canciones como Se fue a bolina, Hay un almanaque lleno de 26 o Con las letras, la luz). Pero dichas convicciones, como en todo artista verdadero, no nublan ni determinan la obra. Si acaso, la inspiran, pero la propuesta formal siempre tendrá que equilibrar el fondo y la emoción. Y el estilo poético de Noel Nicola, el tercer gran pilar de la Nueva Trova Cubana (los otros dos son, obviamente, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés) siempre apuntala hacia las alturas todo interés temático (sobre todo en sus dos primeros discos, Comienzo el día y Así como soy, aunque decayó notoriamente en los siguientes). En el caso de Reza el cartel, la denuncia de la intransigencia y la cabeza cerrada, propia del conservadurismo de derecha, es sólo el disparador (en términos de la teoría literaria de Guillermo Samperio); el verdadero sentido es desarrollar el asunto a través de imágenes (básicamente metáforas) frescas y altamente simbólicas, lo que le da a la canción un aire ultraísta psicodélico (si se me permite el término), cercano a Lewis Carroll, y también al estilo literario irónico abstracto de Salinger en sus Nueve cuentos. El cartel inamovible, inmarcesible, retrata un sector de la población (de toda población) que, como decía Carlos Monsiváis, es su propia caricatura. Pero Nicola usa su propio trazo para dibujarla, agudo, pero también volátil, y en ese mezcla insólita radica el gran aporte de la canción, y es justo ese el rasgo que la acerca al rock, más acostumbrado al híbrido, o mejor dicho, a la fusión, como expliqué por ahí en el otro blog. Los trazos apretados y rápidos de Nicola se despejan un poco en la segunda parte, y entonces el fondo y la emoción toman la estafeta, así que el escucha pasea por todos los elementos de la obra de arte, en una progresión calculada e inteligente del autor, que cierra el círculo semántico en la plenitud de su sentido, sin que falte ni sobre nada.
Pero también la música y el arreglo de Reza el cartel se atreven más allá de la clásica guitarra acústica arpegiada trovadoresca. Nicola, verdadero maestro del instrumento, hace que el simple tono dominante (Mi Mayor) sufra una leve distorsión armónica, al incorporar en el acorde una nota Mi bemol aislada, casi huérfana, pero conservando el bajeo propio de la tónica normal. Esta innovación ya recuerda claramente la vieja nota “ilógica” que dio origen al blues. Desde ahí se percibe ya la relación con el rock. Pero el arreglo juguetón, con unas percusiones que evocan el sonido del reloj, aprovechando que lo posibilita el ritmo, subrayan el tema del día de convivencia forzada con ese “ser gaveta”, con ese “cajón de ideas”, en que las horas incómodas oyendo intransigencias se alargan, y en el que la lentitud del pesado minutero parece eterna, como ese “cuchillo de tiempo” (¿que también podría simbolizar la venganza que se cobrará la historia, a través de la obsolescencia?). Pero enseguida el ritmo rompe, en un rasgueo de puentes que caen una y otra vez en la tónica, que recuerda el de Ánimas de Roberto González (nueva similitud rockera), y que coincide con la irritación que empieza a causar en el protagonista la experiencia que va soportando. Todo apuntalado por requinteos y bombardeos de acordes, casi jazzísticos. Y al final el ritmo vuelve a la calma, semejante también a la del ánimo, acaso por agotamiento, acaso por comprender que cualquier argumento caerá en el vacío, como siempre, y como subraya el alargamiento irónico de la última nota de la voz de Nicola (que, por cierto, siempre me recuerda el timbre y el dominio de Paul McCartney), mientras el reloj sonoro sigue, sigue y sigue, inconmovible. ¿De veras no suena todo esto a canción lennoniana o dylaniana?
Para mí, no hay duda: en Reza el cartel, el trovador cubano Noel Nicola es mucho más rockero que tantísimos que sólo son pura pose.
a primera hora,
estuve hablando con un cajón
de ideas.
Mi nombre estaba anotado en su agenda.
Mi nombre era una sigla de lata.
Mi nombre era un traje sin un hombre adentro.
Mi nombre era un traje sin un hombre adentro de él.
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve sentado en un banco de viento.
“Séquese la vida antes de entrar,
rómpase la risa antes de entrar,
cuelgue su cerebro antes de entrar”,
reza el cartel allí,
reza el cartel allí…
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve alternando con un ser
gaveta.
Para él las personas se miden por metros.
Para él, buenos o malos, y vivos o muertos.
Para él no hay consigna si no es su consigna.
Para él no hay consigna si no es su consigna gris.
Hoy por la mañana,
a primera hora,
estuve afilando un cuchillo de tiempo.
“Séquese la vida antes de entrar,
rómpase la risa antes de entrar,
cuelgue su cerebro antes de entrar”,
reza el cartel allí,
reza el cartel, lamentablemente, allí…
Un viejo amigo poeta me insistía en que de todas las cosas, experiencias, sucesos, obras y actos, incluyendo los más estúpidos, limitados y frívolos, se podía extraer una reflexión inteligente y profunda. Con el tiempo, he podido entender que tenía razón, porque eso depende del que ve, escucha, reflexiona y critica, y no de lo que inspira o provoca esa reflexión, análisis y crítica. Pese a que reconozco algunos momentos simpáticos, tengo claro que la película School of rock, de Richard Linklater, protagonizada por Jack Black (a quien, por cierto, acabo de ver en un homenaje a The Who interpretando Squeeze box de manera más que aceptable), no pasa de ser simple entretenimiento, comercial e intrascendente. Pero si sigo la opinión de mi amigo, hay por lo menos dos aspectos que le rescato. Primero: que prácticamente todas las canciones y grupos de los que se hace referencia son de lo mejor en la historia del rock, y están citados en un contexto correcto. Y segundo: una escena breve, aparentemente insignificante, pero que me pareció la más crítica de toda la película (si no es que la única): uno de lo niños se le pierde a Black cuando quieren participar en La guerra de las bandas, y lo encuentra en la camioneta de otro grupo, de aspecto metalero, con todos los lugares comunes de la pinta glam oscura (cabello largo, camisetas sin manga, adornos de metal, carrujos de hierba, etc.), jugando póker. Y ante la molestia y el susto de Black, el niño le dice: “¡pero estoy con una auténtica banda de rock!, ¿no se trata de eso?”, o algo equivalente. Y Black le responde: “eso no es rock, es pura pose”. Me parece que la frase da absolutamente en el clavo. Se dice que el rock no es un ritmo, sino un modo de vida. Yo diría que es una visión o posición ante la música, el arte y la vida, una visión del mundo. Por eso, muchas veces un viejito calvo, de camiseta blanca, pantalones flojos y zapatos gastados puede ser mucho más rockero que un adolescente de cabellera larga y encrespada con spray, estoperoles y pantalones de cuero, porque es en la visión crítica del mundo y la reflexión jamás petrificada donde está lo rockero. Todo lo otro, solo, es pura pose, en el fondo idéntica a la de los gruperos, los reggaetoneros y demás grupúsculos, por más distinta que parezca en la superficie.
Toda esta introducción me sirve para explicar la inclusión aquí de Reza el cartel de Noel Nicola, así como de muchas otras canciones aparentemente no rockeras que irán apareciendo (y que aparecen como bonus tracks en el otro blog). Porque en esta canción, Noel Nicola es millones de veces más rockero que, por poner un ejemplo, Bon Jovi. Tanto la letra, como la música y el arreglo de Reza el cartel son mucho más atrevidos, inconformes y profundos que todos los lugares comunes (la ropa, la voz, los saltitos, la guitarra eléctrica distorsionada, los rasgueos bitonales, los gastadísimos ángeles y demonios de las letras, etc.) del posero Jovi. La letra de Reza el cartel es tan lennoniana como Glass onion, Come together, Tomorrow never knows o Strawberry fields forever; tan dylaniana como Just like a woman o Like a rolling stone; tan propia de Procol Harum como A whiter shade of pale y A salty dog; tan simbólica como Helpless dancer de The Who; o tan audaz como White rabbit de Jefferson Airplane. Todos ejemplos con los que Reza el cartel tiene mucho en común. Sus líneas están llenas de imágenes casi psicodélicas, abstractas, sin dejar de significar, porque igual pertenecen a un trovador con convicciones ideológicas firmes (como lo demuestran canciones como Se fue a bolina, Hay un almanaque lleno de 26 o Con las letras, la luz). Pero dichas convicciones, como en todo artista verdadero, no nublan ni determinan la obra. Si acaso, la inspiran, pero la propuesta formal siempre tendrá que equilibrar el fondo y la emoción. Y el estilo poético de Noel Nicola, el tercer gran pilar de la Nueva Trova Cubana (los otros dos son, obviamente, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés) siempre apuntala hacia las alturas todo interés temático (sobre todo en sus dos primeros discos, Comienzo el día y Así como soy, aunque decayó notoriamente en los siguientes). En el caso de Reza el cartel, la denuncia de la intransigencia y la cabeza cerrada, propia del conservadurismo de derecha, es sólo el disparador (en términos de la teoría literaria de Guillermo Samperio); el verdadero sentido es desarrollar el asunto a través de imágenes (básicamente metáforas) frescas y altamente simbólicas, lo que le da a la canción un aire ultraísta psicodélico (si se me permite el término), cercano a Lewis Carroll, y también al estilo literario irónico abstracto de Salinger en sus Nueve cuentos. El cartel inamovible, inmarcesible, retrata un sector de la población (de toda población) que, como decía Carlos Monsiváis, es su propia caricatura. Pero Nicola usa su propio trazo para dibujarla, agudo, pero también volátil, y en ese mezcla insólita radica el gran aporte de la canción, y es justo ese el rasgo que la acerca al rock, más acostumbrado al híbrido, o mejor dicho, a la fusión, como expliqué por ahí en el otro blog. Los trazos apretados y rápidos de Nicola se despejan un poco en la segunda parte, y entonces el fondo y la emoción toman la estafeta, así que el escucha pasea por todos los elementos de la obra de arte, en una progresión calculada e inteligente del autor, que cierra el círculo semántico en la plenitud de su sentido, sin que falte ni sobre nada.
Pero también la música y el arreglo de Reza el cartel se atreven más allá de la clásica guitarra acústica arpegiada trovadoresca. Nicola, verdadero maestro del instrumento, hace que el simple tono dominante (Mi Mayor) sufra una leve distorsión armónica, al incorporar en el acorde una nota Mi bemol aislada, casi huérfana, pero conservando el bajeo propio de la tónica normal. Esta innovación ya recuerda claramente la vieja nota “ilógica” que dio origen al blues. Desde ahí se percibe ya la relación con el rock. Pero el arreglo juguetón, con unas percusiones que evocan el sonido del reloj, aprovechando que lo posibilita el ritmo, subrayan el tema del día de convivencia forzada con ese “ser gaveta”, con ese “cajón de ideas”, en que las horas incómodas oyendo intransigencias se alargan, y en el que la lentitud del pesado minutero parece eterna, como ese “cuchillo de tiempo” (¿que también podría simbolizar la venganza que se cobrará la historia, a través de la obsolescencia?). Pero enseguida el ritmo rompe, en un rasgueo de puentes que caen una y otra vez en la tónica, que recuerda el de Ánimas de Roberto González (nueva similitud rockera), y que coincide con la irritación que empieza a causar en el protagonista la experiencia que va soportando. Todo apuntalado por requinteos y bombardeos de acordes, casi jazzísticos. Y al final el ritmo vuelve a la calma, semejante también a la del ánimo, acaso por agotamiento, acaso por comprender que cualquier argumento caerá en el vacío, como siempre, y como subraya el alargamiento irónico de la última nota de la voz de Nicola (que, por cierto, siempre me recuerda el timbre y el dominio de Paul McCartney), mientras el reloj sonoro sigue, sigue y sigue, inconmovible. ¿De veras no suena todo esto a canción lennoniana o dylaniana?
Para mí, no hay duda: en Reza el cartel, el trovador cubano Noel Nicola es mucho más rockero que tantísimos que sólo son pura pose.
Poco puede decirse, despues de lo dicho. Noel uno de los musicos-poetas cubanos mas que recomendables, junto con Pablo, Silvio, Amaury, Feliu, Pedro Luis Ferrer, uff la lista crece.
ResponderEliminarY acerca de la pelicula, la cual me gusta un buen, agregaria que, como pasa en la peli, al final de dia, no importa ganar el concurso, o vender corromildiscos, sino la honestidad y el corazon que pones en tu trabajo, ya que a los demas les guste, ese, ya es un plus.
Saludos
Cierto, estimado Alex. Y ya aparecerán más trovadores por aquí, para corroborarlo, y también de otros ritmos.
ResponderEliminarSaludos.
Lo que sí, estimado Alex, es que tampoco bastan el corazón ni la honestidad para lograr una obra de calidad. Se necesita el conocimiento, la inteligencia, un dominio técnico y la voz propia. Por ejemplo, una carta de amor puede ser sentida, honesta y reflejar perfectamente un sentimiento. Pero para que sea auténtica literatura requiere bastante más. Y la honestidad y el corazón de los trovadores citados, y muchos otros, es sólo una parte de su fundamento, pero el trabajo formal exige todo el resto, y así lo demuestran ellos. En lo que sí coincido, y a eso me refería, es que la respuesta del público depende de otros factores, ajenos a la calidad de la obra.
ResponderEliminarVi tu aviso en mi correo y ya estoy de visita en tu nuevo espacio, muchas veces pensé en sugerirte que hicieras esto, pero nunca lo hice, hoy me alegro de que abras este blog, tus aportaciones a la pasión que compartimos no son pocas ni pequeñas y siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarMuchas gracias, mi buen cuate Ariel, qué bueno que ya llegaste por acá, espero que tus comentarios enriquezcan este espacio, tal como lo hiciste con el otro blog. Un gran abrazo, y aquí andamos.
ResponderEliminarPingüino elemental, soy La morsa.... Quiero decirte que es un gran espacio el que vienes creando (desde las 100 mejores rolas hasta los 80's)y una vibra más que chida que te animes a darle vida a este esfuerzo (si bien noto que pareces conocer poco de la música de los 90 en adelante y que espero no la iguales al vómito, jaja).Hace poco leí en un reportaje sobre Noel (para mi, maestro de Silvio y Pablo), que esta rockandtrovera canción es una crítica a la burocracia que domina a la Isla de Cuba, por lo que sería muy interesante relacionarla con la película La muerte de un burócrata, en virtud del humor negro con que ésta confronta la pesadilla que vive el socialismo de Cuba, de sobra conocido (y conste que neoliberalismo y capitalismo son un asco y peores todavía).Por otra parte, quiero comentarte que escuché a un pedagogo mexicano analizar la película de Escuela del Rock y encontraba en ella situaciones extraordinarias sobre las relaciones entre maestros y alumnos, la falsedad de los colegios de paga, una polémica contra los modelos escolares y su falta de sentido y hasta el rescate de los pensamientos de John Dewey, a quien lo mismo se le ubica como pragmatista que como progresista. La cinta me encantó porque está llena de chispazos extraordinarios que homenajean a grandes del rock mundial. Adquirí el dvd y tiene su bonustrack, su plus, como le llaman: comentarios del protagonista y comentarios de los niños sobre la experiencia de la cinta. Muy efectivo tod, por eso coincido con el pedagogo aquel del que te hablo cuando dijo, es una pelicula inteligente a pesar de ser comercial y uno encuentra más de lo que espera en ella... Finalmente quiero decirte que se echa de menos lo que hiciste antes, colgar las canciones para incluso darnos chance de coleccionarlas. Aprovecho para decirte que ojalá, si cuentas con esa pieza te ejecutes uno de tus sesudos análisis, me refiero a Ginecobabie, una rolita de parodia sexual, cachondona que se perdió como miles en la galaxia del rock. Con lo que escribes sobre este cubano flaco y rocker me despertaste el animo de pensar peliculas rockers que no son rockeras, va el torito: mensioname unas. Felicitaciones Pinguin
ResponderEliminarGracias por tus palabras, estimado Anónimo (o Morsa, si es que el nick va más allá del chiste). Estupenda la relación con la burocracia, y claro que es lo que se ve contundentemente en "La muerte de un burócrata". Y por cierto, también tenemos un ejemplo demoledor en el cine mexicano: "Caridad", de Jorge Fons (forma parte del conjunto de tres historias "Fe, esperanza y caridad"; las otras dos partes las dirigen Alberto Bojórquez y Luis Alcoriza). No obstante, tengo la sensación de que en "Reza el cartel" Noel Nicola deja más abierto su sentido, en pro de la polisemia, porque personajes así se encuentran en muchos más ámbitos de la sociedad, y es lo que quise resaltar.
ResponderEliminarCoincido con lo que dices de "Escuela de rock", aunque también le veo sus fallas (como la caricatura del niño homosexual, confinado a la labor de modisto, e incluso la del rocker como ser irresponsable y flojo, como en buena parte refleja Black). Detalles como estos hacen que uno la ubique como lo que es: una comedia comercial, con detalles inteligentes, pero alcances igual limitados.
Por otra parte, sí conozco la rola de "Ginecobaby", pero no la tengo, ni la recuerdo con el suficiente detalle para poder analizarla, lamentablemente. Si por ahí alguien la aporta, podría ser...
Por cierto, un par de aclaraciones: primero, que lo que me pasa con la música más actual no es desconocimiento: la conozco, es sólo que no acaba de convencerme. Y segundo: nunca he colgado las canciones, ni en el otro blog ni en este, sólo las pongo para escucharlas, y eso lo sigo haciendo exactamente igual. Esto básicamente porque el fin de este blog es la difusión y el análisis (admiro mucho la labor de los blogs que comparten música, pero ese es su sentido, y creo que hay suficientes), y además, porque los blogs del otro estilo terminan cerrados por blogger, y obviamente no quisiera exponer a ello todo este trabajo...
En cuanto al "torito" de las películas, tendré que ponerme a pensarlo, así que quedará para otra ocasión.
Muchos saludos, y gracias de nuevo.
Morsa reporta: No me refería a colgar las canciones para descarga, sino que la ocasión anterior no aparecian las rolas por ningun lado. Tal vez era mi maquina, quien sabe, el caso es que ahora si están y como tu debes saber hay programas que permiten grabar lo que suene en la maquinita, por eso pedia que estuvieran, que bueno que es asi pues el material que expones es bastante inconseguible. Gracias por responder. Otra pregunta, cada cuando metes algo nuevo?
ResponderEliminarPerfecto, estimado (o estimada, no lo sé) Morsa, aclarado está... A veces es cosa de Divshare, que deja e funcionar un rato, y por eso no aparecen las canciones; basta tener paciencia, o darle click en "actualizar" la página, a ver si se arregla (me pasa en otros blogs).
ResponderEliminarEn cuanto a tu pregunta, en realidad analizo y redacto de a poquitos, cuando me deja tiempo la chamba, y ya que está listo y corregido todo, subo la rola, busco y subo la o las imágenes adecuadas, y sólo entonces posteo y reviso. Todo esto requiere un buen tiempo, y a veces, como estos días, la chamba no me lo deja. Pero ya se viene lo siguiente en un par de días.
Por cierto, en realidad la idea no es poner lo inconseguible, porque de hecho no puedo saber exactamente qué tanto lo es (a veces sí, obviamente), sino lo que considero valioso. Lamentablemente, y como he reiterado, mucho de lo mejor del rock mexicano está inédito, de ahí lo que ocurre aquí...
Muchos saludos.
Vaya que he encontrado cosas muy interesantes por aquí, canciones muy ricas tanto lírica como musicalmente hablando.
ResponderEliminarComo me ha sucedido con la mayoría de las canciones que has analizado en tus blogs, reza el cartel me era totalmente desconocida, lo mismo que su autor, pero me ha traído a la mente una analogía que seguramente me hará recordar esta rolita en más de una ocasión:
ESCRIBIENDO EL CURRICULUM
[…] Sin importar lo largo
de la vida, el curriculum
ah de ser breve.
Rige la consistencia
y la selección de los hechos.
Cambiar paisajes
por direcciones,
y recuerdos borrosos
por fechas fijas.
[…] Mejor menciona la talla de tus zapatos,
Pero no a dónde llevan.
[…] Anexa una foto
Con la oreja destapada,
Importa su forma
Y no lo que oye.
(Symborska, Wislawa)
Estupendo el aporte, estimado Herbert. Y me alegra poder cooperar a que músicos como Noel Nicola y otros sean conocidos. Como dije por ahí, en realidad no puedo saber cuáles ni qué tanto se conocen los músicos que analizo aquí. Sí tengo claro que su alcance público es limitado en muchos casos. Así que es un gusto saber que uno de los objetivos de los blogs se cumple.
ResponderEliminarMuchos saludos.
Es cierto que la sombra de Silvio y Pablo es tan grande que pareciera matar todo lo que intente crecer bajo ella, afortunadamente hay quien ha podido hacerse a un lado y seguir creciendo, sólo recuerdo a Virulo, pero que bien se siente descubrir a Noel Nicola con una canción tan contundente como un golpe bajo que hace recordar la forma en que me sentí el primer día que entré a trabajar en esta oficina desde donde te escribo. Los “Poemas de la oficina” de Mario Benedetti y el “Cartero” de Bukowski sin duda tendrían con “Reza el cartel” un excelente soundtrack. Te la rifaste Pingüino Elemental.
ResponderEliminarMuchas gracias, mi buen M.A.R.X., y sobre todo por el aporte de las referencias que señalas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Pingüino, quería consultarte lo siguiente:
ResponderEliminarMe gusta mucho "Mariposas" de Silvio Rodríguez, pero la letra es algo críptica, o así me parece. ¿Tú cómo la interpretas? ¿Algo que ver con una pérdida amorosa? "A lo mejor el buen Pingüino tiene una respuesta interesante" pensé, por eso la pregunta.
Justo la interpreto así, amigo Juan, como la nostalgia por una persona que quedó atrás, ya sea porque murió, porque se terminó una relación con ella, o porque forma parte de los recuerdos juveniles. Silvio escoge esa polisemia, que, además, le es bastante característica. A mí también me gusta mucho la versión original de "Mariposas", tanto como detesto la nueva versión que hizo. El primer disco de Silvio que tuve fue el de "Antología", justo donde viene la que señalo. Y por cierto, como anécdota, cuando logré sacarla en la guitarra, hace ya muchísimos años, estaba muy orgulloso, con ese orgullo medio patético que tenemos los guitarristas jovencitos (algunos lo padecen siempre) cuando podemos lucirnos con algo. Me refiero sobre todo a la introducción, que acude a acordes complejos e ingeniosos. Así que además de su valor intrínseco, la canción me trae muy buenos recuerdos personales. Obviamente tu pregunta me hizo no sólo escucharla después de tanto tiempo, sino tocarla. Seguramente si la sacara ahora, encontraría una coincidencia mayor con los recursos de Silvio, pero conservo la forma en que la saqué originalmente, que seguro tiene fallas ya incorregibles... Por cierto, al pensar en ella, me vino a la mente el poema "El cuervo" de Poe. Siento que tiene una esencia muy similar, obviando, por supuesto el famosísimo juego de palabras de Poe (never more), que Silvio no posee. Es como una versión luminosa, del mismo sentimiento oscuro de Poe, ¿no crees?
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Pingúino. ¿qué opinas de la música de Johnny Rivers?
ResponderEliminarPerdón por el colgón, amigo Daniel, pero sigo con dificultades de tiempo, embarcado en los cambios vitales que se me vienen, algo de lo que ya sabrán todos en un tiempo.
ResponderEliminarRespecto a Rivers, me gusta su música de la época del rock'n'roll, porque luego le perdí la pista, la verdad. Pero obviamente me parece un músico que no alcanzó la altura de Elvis, a quien imita en exceso, ni la de otros músicos más importantes de la época. Así que me gusta, pero a secas.
Saludos.