Letra, música e intérprete: Jaime Moreno Villarreal.
Disco: sin editar en disco, grabada para Radio Educación.
Disco: sin editar en disco, grabada para Radio Educación.
Dime que estabas conmigo,
nos conocimos en el apagón.
Dices que no,
¡pero, mi buen, te conozco!
Llevabas una chamarra,
ahí guardaste el videograbador.
¿Cómo te va,
tienes ya muchos programas?
La lluvia no soltaba su munición
contra el cristal de una tienda de aparador.
Tú me dijiste: “¿qué esperas?,
¡súrtete al por mayor!”.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno…
No es que yo sea sedicioso,
ni que ande atrás de alguna confesión,
¡pero yo sé
quién es quién cuando lo veo!
Soy sólo un camarada,
otro bato en la misma función.
Si no hay fijón,
no hubo fijón, y a’i la vemos.
La gente arrebataba su comisión.
Era una noche de brujas con vocación.
Las manos todo amañaban,
un estéreo, un televisor.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno…
Las calles se lo callaron,
para dar paso al tránsito.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno,
soles de invierno,
soles de invierno…
En mi otro blog ya hablé de la originalidad de varias canciones del rock mexicano. También señalé a Jaime Moreno Villarreal como uno de los autores más imaginativos y arriesgados, al mismo tiempo que profundamente poéticos (de hecho, el que más). El apagón es otra obra maestra en este sentido. Cuando uno la escucha, cuando uno analiza aunque sea someramente su letra, no puede menos que maravillarse ante una expresión tan inteligente y novedosa, y en muchos sentidos, tan aleccionadora para algunos compositores fallidos (en este caso, sobre todo del rock urbano, pero en otras canciones vale para todos los subgéneros), que insisten una y otra vez en la denuncia social y el retrato supuestamente realista y marginal, sin interesarse un ápice por la forma, sin proponer ninguna visión nueva, sin explorar las amplísimas posibilidades del lenguaje. Porque la letra de El apagón se centra en un personaje bastante tratado en el rock nacional: el delincuente, como lo demuestran ejemplos como Asalto chido de Rockdrigo, Caite cadáver de Jaime López o El zarco de Botellita de jerez, entre las escasas rolas logradas sobre el tema, además del inmenso cúmulo de malogradas. Pero la riqueza de El apagón, muy superior a la de las demás canciones, es justo el ángulo inexplorado, junto a la imaginación estilística de sus figuras retóricas, profundas, pero a la vez familiares, cuidadosamente graduadas para no hacernos distante al narrador, pero sin que se vuelva obvio, estereotipo. Construcciones como “la lluvia no soltaba su munición”, “era una noche de brujas con vocación” o “lejanamente las sirenas sonaban como soles de invierno”, fuertemente poéticas, salpican de oro líquido verbal una estructura más coloquial y directa. Este manejo, esta gradualidad, son hallazgos propios de un maestro de la composición. Si en Asalto chido agrada la originalidad del narrador escogido, y en Caite cadáver el manejo juguetón y sorprendente del lenguaje, en El apagón es la capacidad de barajar ambos alcances en el equilibrio perfecto lo que impacta, lo que lleva la canción a su gran altura. Por el lado del fondo, más que concentrarse en pintar con el máximo de detalles al personaje o describir la condición social que lo ha creado, Moreno Villarreal subraya el pequeño guiño que echa por la borda una hipocresía, lanza una luz de autenticidad que desnuda el lado oscuro del prójimo, que sólo en las sombras protectoras del apagón se muestra impunemente. Pero como dice la letra, “no hay fijón”, porque ese prójimo es sólo un espejo, que resalta sólo por el mínimo liderazgo fanfarrón que adquirió momentáneamente, pero que no se diferencia del narrador, de “la gente” mencionada, al fondo… y seguramente del escucha, en esas mismas condiciones propicias. Juego de espejos, cuyos reflejos sacan a flote nuestra verdadera esencia corrupta, tan conocida (los ejemplos sobran: el apagón de Nueva York en 1977, la rapiña tras los desastres naturales, etc.) e hipócritamente negada por los discursos chauvinistas, o por su otro lado, la crítica mordaz a lo nacional, que siempre suena a deficiencia únicamente del resto (seguro este post también tiene esa contaminación) aunque pretenda sonar a autocrítica. Una vez más, el aparente cinismo del atinado narrador en primera persona esconde realmente la única honestidad que tenemos al alcance, y que, sin embargo, pocos ejercen auténticamente. De esta manera, el cuidado estilístico de Moreno Villarreal en El apagón, como es distintivo de casi todo su trabajo como compositor de rolas (ni hablar como poeta), es sumamente notable. Como he afirmado, lo hace el mejor letrista del rock mexicano.
nos conocimos en el apagón.
Dices que no,
¡pero, mi buen, te conozco!
Llevabas una chamarra,
ahí guardaste el videograbador.
¿Cómo te va,
tienes ya muchos programas?
La lluvia no soltaba su munición
contra el cristal de una tienda de aparador.
Tú me dijiste: “¿qué esperas?,
¡súrtete al por mayor!”.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno…
No es que yo sea sedicioso,
ni que ande atrás de alguna confesión,
¡pero yo sé
quién es quién cuando lo veo!
Soy sólo un camarada,
otro bato en la misma función.
Si no hay fijón,
no hubo fijón, y a’i la vemos.
La gente arrebataba su comisión.
Era una noche de brujas con vocación.
Las manos todo amañaban,
un estéreo, un televisor.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno…
Las calles se lo callaron,
para dar paso al tránsito.
Lejanamente las sirenas sonaban
como soles de invierno,
soles de invierno,
soles de invierno…
En mi otro blog ya hablé de la originalidad de varias canciones del rock mexicano. También señalé a Jaime Moreno Villarreal como uno de los autores más imaginativos y arriesgados, al mismo tiempo que profundamente poéticos (de hecho, el que más). El apagón es otra obra maestra en este sentido. Cuando uno la escucha, cuando uno analiza aunque sea someramente su letra, no puede menos que maravillarse ante una expresión tan inteligente y novedosa, y en muchos sentidos, tan aleccionadora para algunos compositores fallidos (en este caso, sobre todo del rock urbano, pero en otras canciones vale para todos los subgéneros), que insisten una y otra vez en la denuncia social y el retrato supuestamente realista y marginal, sin interesarse un ápice por la forma, sin proponer ninguna visión nueva, sin explorar las amplísimas posibilidades del lenguaje. Porque la letra de El apagón se centra en un personaje bastante tratado en el rock nacional: el delincuente, como lo demuestran ejemplos como Asalto chido de Rockdrigo, Caite cadáver de Jaime López o El zarco de Botellita de jerez, entre las escasas rolas logradas sobre el tema, además del inmenso cúmulo de malogradas. Pero la riqueza de El apagón, muy superior a la de las demás canciones, es justo el ángulo inexplorado, junto a la imaginación estilística de sus figuras retóricas, profundas, pero a la vez familiares, cuidadosamente graduadas para no hacernos distante al narrador, pero sin que se vuelva obvio, estereotipo. Construcciones como “la lluvia no soltaba su munición”, “era una noche de brujas con vocación” o “lejanamente las sirenas sonaban como soles de invierno”, fuertemente poéticas, salpican de oro líquido verbal una estructura más coloquial y directa. Este manejo, esta gradualidad, son hallazgos propios de un maestro de la composición. Si en Asalto chido agrada la originalidad del narrador escogido, y en Caite cadáver el manejo juguetón y sorprendente del lenguaje, en El apagón es la capacidad de barajar ambos alcances en el equilibrio perfecto lo que impacta, lo que lleva la canción a su gran altura. Por el lado del fondo, más que concentrarse en pintar con el máximo de detalles al personaje o describir la condición social que lo ha creado, Moreno Villarreal subraya el pequeño guiño que echa por la borda una hipocresía, lanza una luz de autenticidad que desnuda el lado oscuro del prójimo, que sólo en las sombras protectoras del apagón se muestra impunemente. Pero como dice la letra, “no hay fijón”, porque ese prójimo es sólo un espejo, que resalta sólo por el mínimo liderazgo fanfarrón que adquirió momentáneamente, pero que no se diferencia del narrador, de “la gente” mencionada, al fondo… y seguramente del escucha, en esas mismas condiciones propicias. Juego de espejos, cuyos reflejos sacan a flote nuestra verdadera esencia corrupta, tan conocida (los ejemplos sobran: el apagón de Nueva York en 1977, la rapiña tras los desastres naturales, etc.) e hipócritamente negada por los discursos chauvinistas, o por su otro lado, la crítica mordaz a lo nacional, que siempre suena a deficiencia únicamente del resto (seguro este post también tiene esa contaminación) aunque pretenda sonar a autocrítica. Una vez más, el aparente cinismo del atinado narrador en primera persona esconde realmente la única honestidad que tenemos al alcance, y que, sin embargo, pocos ejercen auténticamente. De esta manera, el cuidado estilístico de Moreno Villarreal en El apagón, como es distintivo de casi todo su trabajo como compositor de rolas (ni hablar como poeta), es sumamente notable. Como he afirmado, lo hace el mejor letrista del rock mexicano.
Pero en esta canción la riqueza también se muestra en la música. Sólo comparable a la de Las mujeres solas lo hacen, y en otro sentido, más lúdico, a la de Feliz, la ejecución al piano de Moreno Villarreal en El apagón es potentísima, porque el nivel de exigencia del ritmo y la melodía (que algo recuerdan Instant karma! y Remember de John Lennon, además del estilo de su amigo Guillermo Briseño, sobre todo en la Ausencia N° 4) saca a flote su máximo alcance técnico. Por ello, la rola adquiere una intensidad energética, una fuerza que sólo amaina en los estribillos para tomar más impulso, y después estancarse en el final, para sugerir el ruido del tráfico citadino, paisaje donde se desarrollan los dos tiempos narrativos de la anécdota. Ya la introducción, en que la mano izquierda bajea incesantemente, mientras la derecha lanza flamazos de acordes sueltos, hasta unirse gradualmente en la estructura básica del resto de la rola, anuncia el poderío de la melodía, aunque se nivela gracias al timbre suave de la voz de Jaime, en calculada correspondencia con la mencionada mezcla de poesía y cotidianidad. Otra extraordinaria lección de talento de Jaime Moreno Villarreal.
Disculpen la calidad de la grabación, pero está grabada al vuelo del radio hace muchos años (por cierto, la voz que se escucha al final es, si no me equivoco, del buen Rodrigo de Oyarzábal), y a eso hay que sumar mi rudimentaria digitalización. Pero bueno, es la versión que tengo, ojalá alguien pueda rolar una mejor.
ResponderEliminarMi buen Pingüino, ¡enhorabiena!
ResponderEliminarMándame un correo para enviarte la versión original de "El apagón" grabado por JMV con la banda de Briseño, y que es la que utilizas en esta entrada, para que puedas sustituirla. Por cierto, pronto tendremos nuevas de Jaime, a'i te contaré.
Estimado Rodrigo, ya te dejé respuesta en tu blog, qué bueno poder darle mejor calidad a los visitantes, porque así podrán valorar a Jaime en toda su valía. Quedo muy curioso con les noticias que me prometes, esperaré con gusto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un gusto pasar a visitarte, gracias por compartirnos tan chido material, ya estas enlazado desde mi blog, saludos y un abrazo.
ResponderEliminarMil gracias, estimado Cuau, y también felicidades por tu estupendo trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Millones de gracias a Rodrigo de Oyarzábal, por compartir generosamente la versión de esta rola (que ya podemos oir aquí), con mucho mayor calidad. Un gran abrazo, y gracias a nombre mío y de los visitantes del blog.
ResponderEliminar"El Swing de la vinatería" de Fernando Delgadillo es otra rola que trata el tema del asalto en voz del gandalla y, a pesar que el tema debería ser propio del rock urbano, es difícil encontrar ejemplos dentro de este género dada su necedad de cantar covers de canciones de amor. En "Buscando trabajo" el buen Rockdrigo también toca el tema pero como una consecuencia del desempleo, en fin, seguimos disfrutando el blog.
ResponderEliminarCierto, estimado M.A.R.X., muy buen dato, muchas gracias. Quizá no es tan malo que ya no se explore el tema, porque creo que después de esta lección de Moreno Villarreal, sencillamente no hay forma de superarlo...
ResponderEliminarMuchos saludos.