Disco: sin editar en disco, grabada para radio.
y rumiarlo tan siquiera;
cortar una rebanada de ola,
y tocar con una guitarra de arena;
que me des un beso para guardarlo
entre las cartas,
y atrapar tu voz
con mi mano…
Pero mis tenis se siguen hundiendo en el pavimento,
cuando llego a mi casa de nube entre las lunas de neón,
en esta pinche selva
de concreto,
entre las lunas de neón,
la noche está cayendo
ya a pedazos…
Pero mis tenis se siguen hundiendo en el pavimento,
cuando llego a mi casa de nube entre las lunas de neón,
en esta pinche selva
de concreto,
entre las lunas de neón,
en esta pinche, pinche selva
de concreto,
entre las lunas de neón
la noche está cayendo
ya a pedazos…
Si en el post anterior señalé que la elección de una letra transparente no impide el uso de la elipsis, Lunas de neón de Gerardo Enciso sirve para demostrar que un tema puede propiciar elecciones diferentes respecto a esa opacidad o claridad semántica, y ambas con magníficos resultados. Esto porque Lunas de neón y El blues de los 5 pesos tratan básicamente el mismo tema: el peso desastroso de la vida urbana en el alma del ser sensible. Lo interesante es comparar las diferencias formales, los recursos que eligen los diferentes rockeros para tratar lo mismo. Gerardo Enciso divide la letra en dos partes. En la primera, formada por las dos estrofas iniciales, Enciso escoge la enumeración como figura retórica principal, la misma que Tierra baldía en El blues de los 5 pesos, como ya vimos. Pero las enumeraciones de Lunas de neón son completamente diferentes. Si Tierra baldía escoge el lenguaje directo y claro, Enciso se va por la vía contraria: se vale de metáforas y prosopopeyas muy atrevidas, armadas con elementos de campos semánticos muy distantes (por más que puedan interpretarse igual), que recuerdan el estilo de César Vallejo en Trilce y España, aparta de mí este cáliz, pero también el surrealismo de Bretón, Tristán Tzara, Vicente Aleixandre y el García Lorca de Poeta en Nueva York y Diván del Tamarit. De esta manera, sus enumeraciones de los elementos esperanzadores o disfrutables de la vida llenan las dos estrofas de imágenes cargadas y poéticas, pero poderosas, al no elegir demasiados elementos suaves (como “ola”, “mano”, “beso”), o mejor dicho, al equilibrarlos con un segundo elemento (sustantivo o verbo) más fuerte (como “mordida”, “rumiarlo”, “rebanada”, “atrapar”). Sin embargo, estas enumeraciones del lado grato de la existencia pronto se cortan abruptamente, porque así las corta la realidad, y el estribillo inteligentemente se abre con una adversativa, para mostrar cómo toda la belleza se derrumba, se estrella con la inclemencia de la vida cotidiana, hasta ese anochecer que se cae “a pedazos”. En este estribillo, el lenguaje cambia, pues, pese a que las metáforas todavía se cuelan, son más ásperas y directas, como las “lunas de neón”, es decir, la manifestación de una naturaleza corroída por el paisaje moderno citadino, deshumanizado, que todo corrompe, que todo vulgariza. Por ello, Gerardo Enciso usa otro léxico, incluyendo la palabrota (“pinche”) y los objetos rudos (“tenis”, “pavimento”, “selva”, “concreto”), para que esta segunda parte se oponga bruscamente a la primera, para subrayar la imposibilidad de toda esperanza. Esta segunda mitad adquiere un tono mucho más parecido a la contundencia cruda de El blues de los 5 pesos, y así lo muestra la similitud entre el sentido de ambos finales. De este modo, Gerardo Enciso escoge para Lunas de neón una estructura más elaborada y un estilo literario más oscuro, pero el impacto no es menor. Como podemos ver, Enciso coloca la elipsis en las figuras retóricas y en la contraposición de las dos partes de la letra. Tierra baldía en la evasión de un pronunciamiento explícito, escondido en las enumeraciones. Simplemente son dos maneras de encarar el tema, dos elecciones para el manejo de la forma, porque como pudimos constatar, ese trabajo se nota en ambas canciones. ¿Cuál consigue mejor el equilibrio entre forma, fondo y emoción? La calidad de ambos trabajos hacen compleja esa respuesta, y ante eso, prefiero disfrutar ambas, y dejar abierta al escucha y lector esa opinión. En todo caso, y como me ocurrió una y otra vez al armar la lista de Las 100 mejores canciones del rock mexicano, ya estaríamos hablando de diferencias mínimas, de milésimas. Pero por suerte, este blog tiene ahora otro sentido.
Pero las diferencias entre Lunas de Neón y El blues de los 5 pesos también existen en el aspecto musical. Acorde con la elección del lenguaje directo, Tierra baldía escogió atinadamente el blues tradicional como base, e incorporó las mínimas innovaciones que el género permite. Con esto, logró una concordancia estupenda entre letra y música. Pero dado que el lenguaje de Lunas de neón se fue por otra vía en una buena parte de la rola, Gerardo Enciso acude a una música en tono menor, pero fuerte, en una canción acústica a guitarra limpia, de rock rupestre, muy bien apuntalada por el rasgueo tan distintivo de él, por momentos en bajeo, en otros en tritonos graves, pero que caen en una variación en las tres notas agudas del acorde, que subrayan el ritmo con un pequeño golpe primero, y luego con una nota que deriva en el siguiente tono sin levantar el dedo de la cuerda, para luego pasar a los siguientes acordes, en que se hace algo similar. Después, en el estribillo, el rasgueo se compacta, y adquiere mayor energía, hasta alentarse de nuevo al volver a la figura original. Es decir, también la música de Lunas de neón está más llena, posee más vaivenes, justo porque el espíritu de la letra los sugiere. Y la voz misma de Enciso se va encendiendo, y en la segunda parte llega a un estado fuerte y rasposo, incluyendo el desgarro brusco al cantar (casi escupir) la palabra “pinche”. Como podemos ver, los vaivenes de la letra se corresponden plenamente con los de la música, lo que denota un trabajo cuidadoso, una toma de decisiones prolija (no importa si no todo es plenamente consciente, porque el verdadero artista también posee un instinto desarrollado, al que el conocimiento sólo enriquece, pero que debe estar, como parte de las facultades y el talento).
Por todo lo dicho, Lunas de neón permite comprobar que los recursos musicales y literarios existen en amplia gama. Si la búsqueda es cuidadosa y exigente, no desmerece ante otra igual de meticulosa, y ambos resultados enriquecen y arman eso que se llama estilo propio, que nunca será un autoplagio, sino una línea de experimentación, que llevará a otra y otra, sin fin. El verdadero artista trabaja mucho en las elecciones precisas. De ahí la obligación de la originalidad: no buscarla, es negar que existe ese espectro infinito, conformarse. Pero el verdadero artista se muere buscando.