Música e intérprete: Real de Catorce.
Disco: Mis amigos muertos.
En mi calle vive el príncipe del cáncer,
la dama venérea y un viejo que hace blues.
Cada puerta es como un bálsamo bendito
para el miedo, el amor y la piedad.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
En mi calle duerme el diablo en una estufa;
corta cartucho, y mata a un violador.
Una niña más, de plata, resplandece
como flor de Sodoma en la quietud.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
Pide un deseo en mi calle,
y verás la pasión de Jesús.
Pide un deseo en mi calle,
y tendrás el perdón de un ladrón.
En mi calle baila un ángel pandillero;
al pie de su tumba, un Chevy ’56;
de sus alas, cuelgan crímenes pequeños
y un tornado al este de su Edén.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
En mi calle nunca ha entrado un policía;
es duro el sendero, oscuro el callejón.
Por el ojo de aguja de este reino
arden Roma y el trono del Señor.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
Pide un deseo en mi calle,
y verás la pasión de Jesús.
Pide un deseo en mi calle,
y tendrás el perdón de un ladrón.
En mi calle rigen lunas vangoghianas,
rojas de brandy y crudas de vermouth.
Una ráfaga de noche mexicana
parte el labio de mi alma, norte a sur.
En esta calle flotan
botellas
de mar…
Como señalé en el otro blog, el rock’n’roll es una fusión de fusiones. Si uno revisa su árbol genealógico, encuentra básicamente cuatro grandes pilares principales que arman esa fusión, y que, a su vez, proceden de otra u otras fusiones. Por el lado “negro”, están las derivaciones de la música africana, llevada por los esclavos: el blues (y el posterior rhythm & blues), el gospel y el jazz (que incluyen el be bop, el dixieland, charleston y fox trot, y todos sus demás derivados). Pero el cuarto pilar, el aporte básicamente “blanco”, es el llamado rockabilly, que agrupa la música country y todos sus derivados (el folk original, la herencia del swing y la música de las grandes bandas, etc.), pero con un ritmo más acelerado. Por estos orígenes, en muchas canciones del rock’n’roll clásico se nota la influencia preponderante. Así, Chuck Berry suena más a rhythm & blues, mientras que Bill Halley recuerda más su influencia de rockabilly. Al complejizarse y perder el apellido, el rock incorporó muchas más influencias, incluyendo los ritmos latinos (como Santana), la balada, la música clásica (como en todo el rock sinfónico), y también los recursos de estudio (como en el rock progresivo). Además, el rock, como influencia para otros ritmos, propició nuevas derivaciones (sobre todo al enriquecerse con la música europea, prehispánica mesoamericana y hasta asiática), como el soul, el funky, y el resto de los ritmos más novedosos: punk, etnorrock, dark, grunge, etc. Esta inmensa amalgama ha permitido que, bajo el nombre de rock, encontremos ritmos diametralmente distintos, y aun opuestos. Pero cada tanto, los rockeros avivan sus raíces, y juegan con los ritmos originales, dándoles un toque novedoso y fresco (vimos muchos ejemplos en el otro blog, así que no los repetiré). Parte de esa decisión es plenamente lúdica: los rockeros buscan demostrarse que “pueden hacerlo”, así que juguetean con los ritmos añejos para probar sus propias capacidades musicales. Y las letras a veces también exploran los estilos viejos, o mantienen relación con el ritmo escogido; pero otras veces van por su propio camino.
Ejemplo de esto último es Botellas de mar de Real de Catorce. Su letra, seria, a ratos amarga, a ratos maldita y a ratos apologética de la vida barriera, se desenrolla sobre una música heredera del rockabilly. Su ritmo de 2/4, remarcado por el arreglo de guitarras electroacústicas (una con un atinado slider apuntalando el estribillo), además de los estupendos solos de violín de Cox Gaitán (que formó parte del grupo Un viejo amor y ha tocado con muchos músicos del rock mexicano), crean un country poderoso, energético y muy disfrutable. Casi lúdico, de no ser porque la letra justamente esconde una amargura disfrazada de orgullo y desafío, aunque por momentos perfectamente podría decirse todo lo contrario: que es una amargura aparente, que esconde un orgullo por el espacio al que se pertenece, y un desafío al fuereño invasor, que ensucia de limpieza ajena la mugre, amada por ser propia (una limpieza que, como bien sabemos, es sólo aparente, de discurso oficial o de abuso de clase). Y ambas conclusiones son verdaderas, porque reflejan la ambigüedad efectiva del paisaje urbano y sus realidades brutales, violentas, que concretan el mundo ficticio futurista que describió Anthony Burguess en A clockwork orange, pero que en la Ciudad de México es realidad hace ya rato. Pero justo como muestra Burguess, y como señalamos antes, la supuesta alternativa sólo es aparente, otro mecanismo de control, sólo otra cara de la misma moneda de mierda. Para atenuar el espíritu festivo del country, inteligentemente Real de Catorce utiliza una dominante menor, que le da el necesario toque solemne y amargo, en medio de la agilidad del ritmo. Además, el tono escogido, muy grave, por momentos difícil para la tesitura común, también vuelve honda la melodía para la voz de José Cruz, a ratos casi un susurro. Al final, los aplausos y las risas dementes, muy pinkfloydeanas, agrandan el efecto desquiciado que el lenguaje de la letra encierra, para hacernos sentir esa mascarada distorsionada por la marginación y la ruina.
Para describir este paisaje de miserias, José Cruz crea una vez más toda una mitología, casi hipérbole, llena de personajes foscos y referencias exóticas, que recuerdan el lado oscuro del Modernismo, el estilo esperpéntico de Valle-Inclán, el Expresionismo de Georg Trakl, la obra de El Bosco y las Pinturas negras de Goya, pero mezclados con la poesía maldita de Baudelaire, Latrèamont, Rimbaud, etc. El estilo un tanto exagerado de Cruz, que en ocasiones se le va un poco de las manos, y que lo lleva a ciertas reiteraciones, en Botellas de mar (y otros ejemplos) da en el clavo, permite la incursión en la sordidez plena de la realidad humana, pero cargándola de poesía desafiante. Así, Botellas de mar es una especie de contra-versión bizarra de Penny Lane, pues los elementos cálidos y familiares de la calle en la rola de los Beatles aquí se distorsionan, se muestran descarnados, porque pertenecen a un campo semántico cargado, denso y maligno (“príncipe del cáncer”, “dama venérea”, “diablo en una estufa”, “violador”, “ladrón”, “lunas vangoghianas rojas de brandy y crudas de vermouth”), que propicia metáforas lóbregas, y que José Cruz atinadamente resalta a través del claroscuro, al oponerlo a ligeros toques del campo semántico sacro (“bálsamo bendito”, “el amor y la piedad”, “niña de plata”, “pasión de Jesús”). Este recurso, insinuado a ratos, en otros ejemplos se arma directamente: “ángel pandillero”, “bálsamo bendito para el miedo”, “flor de Sodoma”, “de sus alas, cuelgan crímenes pequeños”, “tornado al este de su Edén”, “por el ojo de aguja de este reino, arden Roma y el trono del Señor”, “perdón de un ladrón”. Estas metáforas e imágenes armadas con oposiciones semánticas, que han caracterizado siempre el estilo literario de José Cruz, bajo el tema de la calle capitalina adquieren una precisión demoledora, porque la locura onírica surrealista en México (como bien dijo el propio Breton), y sobre todo en el D.F., es realidad plena. Por ello, en Botellas de mar la poesía hiperbólica de Cruz, llena de criaturas mitológicas malditas, encuentra su máximo campo de cultivo, gracias a su tema, a esa locura reconocible, que sólo es realmente exótica para quien no se ha impregnado de su caos.
la dama venérea y un viejo que hace blues.
Cada puerta es como un bálsamo bendito
para el miedo, el amor y la piedad.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
En mi calle duerme el diablo en una estufa;
corta cartucho, y mata a un violador.
Una niña más, de plata, resplandece
como flor de Sodoma en la quietud.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
Pide un deseo en mi calle,
y verás la pasión de Jesús.
Pide un deseo en mi calle,
y tendrás el perdón de un ladrón.
En mi calle baila un ángel pandillero;
al pie de su tumba, un Chevy ’56;
de sus alas, cuelgan crímenes pequeños
y un tornado al este de su Edén.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
En mi calle nunca ha entrado un policía;
es duro el sendero, oscuro el callejón.
Por el ojo de aguja de este reino
arden Roma y el trono del Señor.
En esta calle flotan
botellas
de mar.
Pide un deseo en mi calle,
y verás la pasión de Jesús.
Pide un deseo en mi calle,
y tendrás el perdón de un ladrón.
En mi calle rigen lunas vangoghianas,
rojas de brandy y crudas de vermouth.
Una ráfaga de noche mexicana
parte el labio de mi alma, norte a sur.
En esta calle flotan
botellas
de mar…
Como señalé en el otro blog, el rock’n’roll es una fusión de fusiones. Si uno revisa su árbol genealógico, encuentra básicamente cuatro grandes pilares principales que arman esa fusión, y que, a su vez, proceden de otra u otras fusiones. Por el lado “negro”, están las derivaciones de la música africana, llevada por los esclavos: el blues (y el posterior rhythm & blues), el gospel y el jazz (que incluyen el be bop, el dixieland, charleston y fox trot, y todos sus demás derivados). Pero el cuarto pilar, el aporte básicamente “blanco”, es el llamado rockabilly, que agrupa la música country y todos sus derivados (el folk original, la herencia del swing y la música de las grandes bandas, etc.), pero con un ritmo más acelerado. Por estos orígenes, en muchas canciones del rock’n’roll clásico se nota la influencia preponderante. Así, Chuck Berry suena más a rhythm & blues, mientras que Bill Halley recuerda más su influencia de rockabilly. Al complejizarse y perder el apellido, el rock incorporó muchas más influencias, incluyendo los ritmos latinos (como Santana), la balada, la música clásica (como en todo el rock sinfónico), y también los recursos de estudio (como en el rock progresivo). Además, el rock, como influencia para otros ritmos, propició nuevas derivaciones (sobre todo al enriquecerse con la música europea, prehispánica mesoamericana y hasta asiática), como el soul, el funky, y el resto de los ritmos más novedosos: punk, etnorrock, dark, grunge, etc. Esta inmensa amalgama ha permitido que, bajo el nombre de rock, encontremos ritmos diametralmente distintos, y aun opuestos. Pero cada tanto, los rockeros avivan sus raíces, y juegan con los ritmos originales, dándoles un toque novedoso y fresco (vimos muchos ejemplos en el otro blog, así que no los repetiré). Parte de esa decisión es plenamente lúdica: los rockeros buscan demostrarse que “pueden hacerlo”, así que juguetean con los ritmos añejos para probar sus propias capacidades musicales. Y las letras a veces también exploran los estilos viejos, o mantienen relación con el ritmo escogido; pero otras veces van por su propio camino.
Ejemplo de esto último es Botellas de mar de Real de Catorce. Su letra, seria, a ratos amarga, a ratos maldita y a ratos apologética de la vida barriera, se desenrolla sobre una música heredera del rockabilly. Su ritmo de 2/4, remarcado por el arreglo de guitarras electroacústicas (una con un atinado slider apuntalando el estribillo), además de los estupendos solos de violín de Cox Gaitán (que formó parte del grupo Un viejo amor y ha tocado con muchos músicos del rock mexicano), crean un country poderoso, energético y muy disfrutable. Casi lúdico, de no ser porque la letra justamente esconde una amargura disfrazada de orgullo y desafío, aunque por momentos perfectamente podría decirse todo lo contrario: que es una amargura aparente, que esconde un orgullo por el espacio al que se pertenece, y un desafío al fuereño invasor, que ensucia de limpieza ajena la mugre, amada por ser propia (una limpieza que, como bien sabemos, es sólo aparente, de discurso oficial o de abuso de clase). Y ambas conclusiones son verdaderas, porque reflejan la ambigüedad efectiva del paisaje urbano y sus realidades brutales, violentas, que concretan el mundo ficticio futurista que describió Anthony Burguess en A clockwork orange, pero que en la Ciudad de México es realidad hace ya rato. Pero justo como muestra Burguess, y como señalamos antes, la supuesta alternativa sólo es aparente, otro mecanismo de control, sólo otra cara de la misma moneda de mierda. Para atenuar el espíritu festivo del country, inteligentemente Real de Catorce utiliza una dominante menor, que le da el necesario toque solemne y amargo, en medio de la agilidad del ritmo. Además, el tono escogido, muy grave, por momentos difícil para la tesitura común, también vuelve honda la melodía para la voz de José Cruz, a ratos casi un susurro. Al final, los aplausos y las risas dementes, muy pinkfloydeanas, agrandan el efecto desquiciado que el lenguaje de la letra encierra, para hacernos sentir esa mascarada distorsionada por la marginación y la ruina.
Para describir este paisaje de miserias, José Cruz crea una vez más toda una mitología, casi hipérbole, llena de personajes foscos y referencias exóticas, que recuerdan el lado oscuro del Modernismo, el estilo esperpéntico de Valle-Inclán, el Expresionismo de Georg Trakl, la obra de El Bosco y las Pinturas negras de Goya, pero mezclados con la poesía maldita de Baudelaire, Latrèamont, Rimbaud, etc. El estilo un tanto exagerado de Cruz, que en ocasiones se le va un poco de las manos, y que lo lleva a ciertas reiteraciones, en Botellas de mar (y otros ejemplos) da en el clavo, permite la incursión en la sordidez plena de la realidad humana, pero cargándola de poesía desafiante. Así, Botellas de mar es una especie de contra-versión bizarra de Penny Lane, pues los elementos cálidos y familiares de la calle en la rola de los Beatles aquí se distorsionan, se muestran descarnados, porque pertenecen a un campo semántico cargado, denso y maligno (“príncipe del cáncer”, “dama venérea”, “diablo en una estufa”, “violador”, “ladrón”, “lunas vangoghianas rojas de brandy y crudas de vermouth”), que propicia metáforas lóbregas, y que José Cruz atinadamente resalta a través del claroscuro, al oponerlo a ligeros toques del campo semántico sacro (“bálsamo bendito”, “el amor y la piedad”, “niña de plata”, “pasión de Jesús”). Este recurso, insinuado a ratos, en otros ejemplos se arma directamente: “ángel pandillero”, “bálsamo bendito para el miedo”, “flor de Sodoma”, “de sus alas, cuelgan crímenes pequeños”, “tornado al este de su Edén”, “por el ojo de aguja de este reino, arden Roma y el trono del Señor”, “perdón de un ladrón”. Estas metáforas e imágenes armadas con oposiciones semánticas, que han caracterizado siempre el estilo literario de José Cruz, bajo el tema de la calle capitalina adquieren una precisión demoledora, porque la locura onírica surrealista en México (como bien dijo el propio Breton), y sobre todo en el D.F., es realidad plena. Por ello, en Botellas de mar la poesía hiperbólica de Cruz, llena de criaturas mitológicas malditas, encuentra su máximo campo de cultivo, gracias a su tema, a esa locura reconocible, que sólo es realmente exótica para quien no se ha impregnado de su caos.
De este modo, las oposiciones de la letra coinciden con las de la música, porque esa contradicción inaprensible es también la de la calle urbana, la del barrio angustioso, despiadado, pero que resguarda la única pertenencia auténtica que tenemos al alcance. De ahí que Botellas de mar acierte en sus balazos estilísticos desaforados, ante una realidad nacional más desaforada aún, ante la cual todo exceso se queda siempre corto.
Este post es una complacencia para el amigo Josué, visitante de ambos blogs. Y abre, entonces, una opción que me parece muy buena idea: las sugerencias de los lectores. Así que se vale sugerir las rolas que se quieran para este espacio, y lo tomaré en cuenta en la medida de lo posible...
ResponderEliminarOrales, buena idea, Botellas de mar, es una de mis canciones favoritas del Real.
ResponderEliminarY cual es la mecanica para sugerir las rolas?
Saludos...
Va, chido por escribír sobre esta rola.
ResponderEliminarUnas sugerencias:
El canto oscuro de la sierpe - Arturo Meza.
o las musicalizaciones de A Tirzah y Devoción Cherokee, de él mismo
Estimado Alex, no hay más mecánica que sugerir el nombre de alguna rola que te interese ver analizada aquí. Obviamente la idea no es que el blog sea de complacencias, porque ya tengo en mente (y trabajando) mucho material que difundir y valorar críticamente, pero si la sugerencia es atinada para los propósitos de este espacio, a su tiempo aparecerá por aquí (uno de sus propósitos es mostrar la variedad del rock mexicano, por eso la idea es equilibrarlo). Así que adelante con las propuestas.
ResponderEliminarMuchos saludos.
Ya tomé nota, estimado Josué, así que, a su tiempo, algo aparecerá. Espero haberte complacido. Saludos.
ResponderEliminarSimón Pingüino chingona esta rolita, José Cruz se burla de todo lo establecido y en toda su obra me deja con la duda si es creyente o si es un ateo recalcinante, ya que con sorna contantemente evoca el nombre de Dios, Jesus, o da a pensar en ellos con edén, cielo, etc.
ResponderEliminarEn “Botellas de mar”
Pide un deseo en mi calle,
y verás la pasión de Jesús.
En “mujer sucia”
sudaré contigo
esta noche
dejaré que Dios
atisbe por la cerradura.
En “Lila”
En las calles todos mastican tu nombre
en los bares saben cuándo te tiñes el pelo
el firmamento huele a tu perfume
Dios tiene un beso tuyo en los labios.
En el “anticuario”
Un ego demoniaco, dos tragos, una mujer
un cuarto subterráneo para estar lejos de Dios
en “patios de cristal”
Oigo voces de noche, la llamada de Dios
necesito una copa, necesito un doctor…..
….Hay violencia en las calles
hay violencia en la cama de mi padre y mi madre
hay violencia en tu crucifixión
hay violencia en tu violación
hay violencia en tu televisión...
en “Malo”
molido a las diez en las calles malditas
un “tiro” de a dientes
un pleito a morir con su ángel de la guarda
en “Llévate la historia”
soy un niño armado hasta los dientes
juegas a tocar mi corazón
has rentado el cielo sólo para ti
entre tus juguetes, el planeta.
En “agua con sal”
¡Oh, mama!, tengo un corazón muy oscuro.
¡Oh, mama!, tengo un corazón pecador,
llevo aquí en metal, un pedazo de carbón, mamá.
Soy el perdedor en el póker de tu vanidad.
En “un buen café”
No hay remedio me voy a matar.
Lo he intentado y no lo puedo hacer
siempre traigo un terrón de fe
que me alcanza para un buen café.
En “al poeta”
Arrojen la flema de fuego
blasfemen, espanten los buitres
enseñen amor en los sueños
escriban encima de Dios.
En “no soy el hombre de tu vida”
Entre el cielo y el infierno escogí
esta guerra en las meras entrañas,
que me incita a buscarte, dónde andas,
en “soledad y sol”
Los edificios andan despacio
en el 500 vive Dios
con su mujer.
En “el halcón”
Llueve en carreteras que van al Edén
la lluvia es suave y triste.
continua:
ResponderEliminarEn “el ángel”
¿Qué hago afuera del Edén?
¿Quién armó este inmenso palomar?
¿Quién al hacerlo olvidó
que somos cuervos sin hogar?
En “petalos de ángel”
El frió tiene frió
La cama duerme mal
Jesucristo reza en calendarios
En “extraño en la multitud”
Ella firmó su adiós en las bardas de la ciudad
con la noche en un costado
como herida de Jesús...
perdido en la multitud.
En “mala inversión”
Hijo: eres
una loca obsesión
que me explique el Señor tu caso.
En”niña virgen maria”
oy a mirarte en el tren de luz
en que te irás en pocos días
la tierra guardará silencio
y Dios te donará una golondrina.
En “esa luz”
Cuál es el valor de un corazón en el mercado
cuánto te daría tu sagrada religión
en “voy a morir”
Voy a morir... muy firme entre tus piernas.
Voy a morir... de una muerte turbia y perversa,
pero antes dime...
¿Por qué Jesús perdió la fe?
Voy a morir... dolido de adicciones.
Voy a morir... fumando hierba buena,
pero antes dime...
¿Por qué Jesús no regresó?
Voy a morir... afuera de tu Iglesia.
Cargaré con mi cruz
mientras rezas por tu bien,
pero antes dime...
¿Qué harías si yo fuera él?
Voy a morir... de una muerte violenta.
Voy a morir... según como viví,
pero antes de irme, dime
¿Por qué Jesús sufrió de sed?
En “mi piel”
Creo en la virgen de Guadalupe
como en los santos de los pantanos
creo en la pasión de Cristo en vida
como en las putas iluminadas.
En “voy a morir”
Voy a morir... muy firme entre tus piernas.
Voy a morir... de una muerte turbia y perversa,
pero antes dime...
¿Por qué Jesús perdió la fe?
Voy a morir... dolido de adicciones.
Voy a morir... fumando hierba buena,
pero antes dime...
¿Por qué Jesús no regresó?
Voy a morir... afuera de tu Iglesia.
Cargaré con mi cruz
mientras rezas por tu bien,
pero antes dime...
¿Qué harías si yo fuera él?
Voy a morir... de una muerte violenta.
Voy a morir... según como viví,
pero antes de irme, dime
¿Por qué Jesús sufrió de sed?
Voy a morir... al fuego de tu hoguera.
Cargaré con tu cruz
mientras rezas por tu bien,
pero antes dime...
¿Qué harías si yo fuera él?
Son casi 20 rolas, mas las que se me pasaron en las que el buen José Cruz hace estas referencias, tendrá algo que ver con su nombre y apellido? creo que junto a Arturo Meza son los que más evocan la FE.
Chido Pingüino y que Dios te cuide, según lo que he leído tu no crees, pero tampoco te hace daño, amigo.
En efecto, amigo Margarito, soy ateo, aunque no me imaginé que se notara. Pero bueno, en todo caso te agradezco la intención del buen deseo.
ResponderEliminarRespecto a lo que dices de José Cruz, opino, como lo hice en este post, que en su caso se trata más bien de un recurso poético, porque distorsionar la mitología cristiana al oponerle adjetivos y figuras retóricas oscuras imprime a su estilo el sello de poesía maldita que tanto le gusta (es declarado seguidor de Bukowski, Rimbaud, Baudelaire y los demás poetas malditos). Sin duda la referencia simbólica religiosa forma parte de nuestra estructra cultural mexicana, y Cruz la usa sin restricciones como todo artista, para fines literarios, así que no implica fe propiamente dicha (una frase que siempre cito respecto a esta "paradoja" literaria es una de Pessoa: "el poeta es un fingidor: / finge tan completamente, / que llega a fingir que es dolor / el dolor que en verdad siente"). En cambio Meza sí es un creyente, aunque no de la iglesia oficial, a la que detesta (basta revisar "Pandilla de carniceros", "Jashua", "Un tipo solitario" y tantas otras rolas), sino en su derivación más mística.
Un abrazo.
hola. me parase un buen análisis de la canción.de la letra y no tanto de la música k , en mis gustos me parase muy bonita bien estructurada para mis oídos poco capacitados en técnica y todo eso de la ciencia pero que si me llega a mis estructuras cerebrales como agradable y tonificante.
ResponderEliminargracias a todos ustedes.
Gracias a ti por el interés y el comentario, estimado Anónimo. No sé exactamente a qué "ciencia" te refieres, pero no creo que la haya. La teoría del arte es eso, teoría, o como diría Mario Bunge, protociencia, así que no hay que confundirse. Análisis de técnica sí que hay en estos espacios (debe haberla en un análisis realmente crítico), aunque no veo mucha en este post en particular. En todo caso, ojalá pudieras explicar qué es lo que no te pareció bueno del análisis de la música, porque dicho así nada más, sin argumento que lo desglose, no hay posibilidad de réplica...
ResponderEliminarSaludos.