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No pierdas la fe…
Otra de las omisiones del blog de Las 100 mejores canciones del rock mexicano, que este nuevo espacio sí permite incluir es la de los llamados covers, versiones en español de los más famosos temas del rock’n’roll en inglés (y algunos en italiano, francés y otros idiomas), y que definieron toda la primera etapa de la historia del género en México (después, en la época del festival de Avándaro, paradójicamente pasó lo contrario: se sustituyeron por creaciones propias, pero escritas e interpretadas en inglés, salvo muy puntuales excepciones). Derivada del post anterior, aparece aquí una nueva creación del dueto de esposos Barry Mann y Cynthia Weil, que, como ya dijimos, compusieron junto a Phil Spector uno de los más grandes temas de todos los tiempos: You’ve lost that lovin’ feelin’, cantada por The Righteous Brothers, entre muchas otras versiones. Pero el cover del rock mexicano de esta rola es muy diferente a la lógica de los habituales de la época. La mayoría de los autores de covers intentaban, o respetar la mayoría del significado original, o lograr una adaptación a la realidad mexicana lo más ingeniosa posible (sabido es que La plaga de Enrique Guzmán, sobre Good Golly Miss Molly de Little Richard, es uno de los ejemplos más logrados). Pero el caso de Federico Arana siempre fue único. Y no, como en este ejemplo, desde la época relativamente más reciente, sino en su mismo origen, en plena era del rock’n’roll, en grupos como Los Sinners (en la segunda etapa del grupo) y Los Sonámbulos. En un principio, lo que Arana hizo, como líder de ambos grupos, fue hacer los covers de las canciones más peculiares de la época; es decir, baladas-rock románticas, pero un poco más ambiciosas (como Donna y La novia de mi mejor amigo), o variantes un tanto complejas del rock’n’roll energético puro (como La carrera del oso y Carrera con el diablo). Pero pronto ni eso le bastó a la inconformidad inteligente e ingeniosa de Arana, y creó entonces Naftalina, donde simplemente hizo covers absolutamente libres, irreverentes, con referencias sexuales y aun palabrotas, que no tenían ninguna relación con el tema o el lenguaje de la letra de la canción original que los inspiraba. Y mientras Federico Arana exploraba todos sus talentos, como profesor y biólogo (su obra Método experimental para principiantes sigue siendo libro de texto para Colegios de Ciencias y Humanidades y Preparatorias de la UNAM), pintor, caricaturista y escritor (sus novelas Delgadina, Las jiras y Yo, mariachi lo sitúan entre los autores de la llamada Literatura de la onda), su carrera musical con Naftalina llegó a su punto cumbre en el disco conceptual Historia del rock de aquí, de México, en el que, siempre a través de covers, narra satíricamente la historia de un grupo pionero del rock’n’roll mexicano, su paso por los café-cantantes, la época de Avándaro, los hoyos fonkys y la decadencia final, todo con un humor despiadado y corrosivo, en una autoparodia de su propia vida como músico, pues como dice en una entrevista en el libro De la onda en adelante de Reinhard Teichmann, para él “la música siempre fue un viacrucis”, un medio lleno de auténticos pícaros, traidores, sinvergüenzas, zancadilleros, abusivos e inconscientes (¿de veras alguien cree que ha cambiado?).
Es en este disco donde aparece
A los states con los cuates, el
cover de
You’ve lost that lovin’ feelin’. Como todas las del disco, esta rola tiene como introducción un narrador casi grotesco (el propio
Arana), con el lenguaje y la entonación irritante del político demagogo priísta tradicional, que nos explica que la canción describirá el momento en que el grupo emigra a Estados Unidos, con el sueño sin asideros del éxito internacional, ambición que es producto de la ignorancia y la estupidez ingenua, y no de una convicción crítica, inalcanzable para un grupo de jóvenes inexpertos, maleducados y absolutamente inconscientes, como eran la mayoría en esa época, según la opinión del mismo
Arana. “
Me voy de dios”, dice el protagonista, frase que ejemplifica la megalomanía del rocanrolero, sólo rítmico y energético, aún no pensante en ese momento histórico del rock nacional: la época pre-Avándaro, para el que la única búsqueda eran la diversión, las chicas, los autos, el dinero y la fama (para ser francos, tampoco cambió demasiado después, como tan atinadamente —y dolorosamente para uno— satiriza
Carlos Monsiváis en
Amor perdido; sólo con la aparición de
Briseño, los grupos
On’tá,
Un viejo amor y
La Nopalera, y después con el rock
rupestre, empezó el rock auténticamente crítico). Lo valioso es que
Federico Arana habla desde dentro, desde el conocimiento pleno de lo que se vivió (por cierto, también es historiador y crítico del rock, como lo muestran sus libros
Guaraches de ante azul y
Roqueros y folcloroides). De ahí lo inapelable de su sátira.
El lenguaje de
A los states con los cuates es lógicamente sencillo, porque es el propio del narrador en primera persona escogido, y por el tipo psicológico y social del personaje. No obstante, no falta el humor involuntario (para el personaje, pero completamente pensado por el autor), como el típico maquillaje racial del acomplejado (“
si me ves prieto, ¡oh, no!, es sólo por lo futbolero, pues de chiquito todos me decían el güero”), rasgo que también se ve en el uso de las frases en inglés y las referencias gringas (“
hit parade”, “
U.S.A”, “
L.A.”, “
San Francisco”, “
states”, además del guiño irónico de “
qué será, será, será”). Así,
Arana escoge un lenguaje directo, pero bien calculado, para crear este retrato mordaz, de auténtica vergüenza ajena.
Pero es el arreglo de
Naftalina lo más notable de
A los states con los cuates. El estilo orquestal delicado del dúo armónico
The Righteous Brothers, lo sustituye
Naftalina por un arreglo igual de hondo, pero centrado en los instrumentos eléctricos. El poderoso bajo, impecable, y la pequeña y cuidada figura de la guitarra eléctrica ocasional, le imprimen mayor fuerza, acorde con la gran diferencia entre ambas letras. Las voces, tanto la principal como la segunda, evitan la entonación humorística y suenan absolutamente solemnes, aun en las frases más hilarantes, lo que resalta la condición involuntaria de ese humor, condición propia de la inconsciencia del protagonista, como ya vimos. Pero más allá de esa atinada falta de concordancia, es un verdadero deleite escuchar el control y la potencia del cantante principal (como dije en el análisis de
Soledad de
Botellita de jerez en el otro
blog, lo considero uno de los mejores cantantes en la historia del rock mexicano, y
A los states con los cuates lo demuestra plenamente; por desgracia no estoy seguro del nombre, que puede ser
Baltasar Mena o
Renato López), que se luce como nunca, rodeado de los sonidos profundos, que no recrean realmente esa atmósfera nostálgica ni pretenden sonar idénticos a la versión original, sino que renuevan las posibilidades de la melodía, rasgo que fue adquiriendo
Naftalina conforme avanzaban su historia y sus grabaciones. Esto no es fácil en el caso de un tema tan importante en la historia del rock como
You’ve lost that lovin’ feelin’, y el reto es aún mayor al tener que compararse con los
Righteous Brothers, sobre todo con la voz principal en este tema,
Bill Medley, una de las voces más graves, intensas y distintivas del
rock’n’roll (y algo muy similar ocurre con la segunda en el coro, en que el otro cantante de
Naftalina tiene que competir con
Bobby Hatfield, cuyo amplísimo espectro vocal es notable, como podemos ver en el otro éxito del dúo:
Unchained melody, en el que es el solista). Y tanto vocal como instrumentalmente,
Naftalina se muestra no sólo a la altura de la rola original, sino que la transforma y le da un nuevo sentido.
Por ello, A los states con los cuates, sin dejar de ser un juego satírico sin excesivas pretensiones, marca el momento técnico máximo de Naftalina, y representa perfectamente la gran inteligencia y el humor de Federico Arana, en el disco cumbre de su carrera. Una revisión crítica desde dentro de lo que significa ser rockero en México, sin tremendismos, pero sin piedad.
Historia del rock de aqui, de Mexico es una hilarante version de las viscisitudes por las que atraveso el sorprendente hombre Arana y co-equiperos en su viacrusis rocanrolero, ademas de ser de los contados discos dobles del enclenque catalogo de rock mexicano. El escucha mas o menos avispado no dejara de carcajearse con tremendo sainete rocanrolero perpetrado por los Naftos y el comun de la audiencia seguro se incomodara con la letra en espanol de un clasico de clasicos. Puro y absoluto desmother por un genio de la picarezca rocanrolera. El dia que los roqueros mexicanos pierdan la solemnidad y dejen de tomarse en serio, es posible que su talento salga a relucir y produzcan mas y mejores obras musicales.
ResponderEliminarGracias por la opinión, estimado Corredor callejero. Para serte sincero, yo lo veo un poco más complicado que eso. De hecho, pienso que hay varios aspectos de los rockeros mexicanos en que deberían ser mucho más serios. Por ejemplo, para exigirse mayor rigor técnico en las ejecuciones instrumentales, para trabajar más los arreglos, para utilizar más los matices vocales y no acomodarse en el sonsonete nasal o áspero, para explorar más el lenguaje y las figuras retóricas, y un larguísimo etc. En una palabra, ojalá se tomaran en serio la carrera como para exigirse un nivel profesional, estudiar más música, y salir del garaje y la redundancia de la vida urbana.
ResponderEliminarPor otra parte, tampoco creo que se trate de crear sólo desde el humor o sólo desde la solemnidad. Como dije por ahí, la gran lección de los Beatles (y por eso son los mejores de la historia) es la búsqueda permanente (incluso alejándose de la fórmula más exitosa de la historia y de las presentaciones en vivo), pensando siempre en la música, y no en lo que la circunda. Por eso eran capaces de los experimentos de estudio, del uso de muchísimos instrumentos, de fusiones con lo sinfónico, la sicodelia, la balada, el rock más energético y hasta lo pesado, sin dejar de sonar a ellos mismos. Por eso, lo mejor es la variedad, y no tener que escoger una etiqueta. De esta manera, hay canciones humorísticas extraordinarias, pero también muchas frívolas, fáciles y reiterativas. Y lo mismo con las solemnes; las hay logradas y fallidas por pretensiosas y que se quedan cortas. Para mí, es justo la inconformidad y la búsqueda sin tregua de la innovación (exigencia del verdadero arte) lo que realmente elevaría el nivel del rock mexicano, no tanto tomarse o no tomarse en serio...
Muchos saludos.
Esta rola y sus compañeras sí las conozco bien, un día decidí regalar mi CD con la seguridad de que era muy fácil encontrarlo y no fue así, si sabes dónde puedo conseguirlo, pásame el dato y si no, pásame la grabación mientras lo encuentro.Tengo mi L.P. pero ya sabes como son los caprichos del coleccionista.
ResponderEliminarCon gusto, estimado Ariel, en estos días va. Lo que cuentas de tu CD me ha pasado varias veces, y también con libros y películas. Parece que no hay que confiarse tanto hablando de rock mexicano, porque las reediciones no son frecuentes (salvo muy honrosas excepciones, además de las nada honrosas, esas sí más frecuentes). Parte de su nivel todavía casi artesanal...
ResponderEliminarEn eso radica parte del encanto del rock mexicano, la parte artesanal, el sostenerse con alfileres, la vocacion subterranea de sus practicantes y oficiantes. A la mayoria de la poblacion en Mexico no les gusta el rock y que bueno, seria muy aburrido oir por todas partes a Kings of Leon, Metallica o Jaime Lopez. Recuerdo en los 80's los tirajes de 1000 discos de los grupos de rock, si se vendian 300 en un ano era un exito, los demas se daban a consignacion con los cuates a precio de costo. Yo mismo inverti una lanita en el primero de Iconoclasta y el unico de Syntoma. Y es lo gratificante, ser parte de una bola de Outsiders en un mundo cada vez mas devastador.
ResponderEliminarPuede ser a nivel del escucha, estimado Corredor callejero. Pero la cosa se complica para los músicos, que muchas veces tienen que dejar el rock, absorbidos por la necesidad de sobrevivir. Ojalá nunca se llegue al estado de la música comercial, pero también que los auténticos rockeros de calidad tengan el suficiente público, lugares para tocar, grabaciones, difusión e ingresos como para no tener que distraerse de la creación artística, ni mucho menos dejarla...
ResponderEliminarPICUDO!! Pingüino, Perrón este discazo de Naftalina, todavía recuerdo su exitazo en radio de la rola del “DELFIN” sonando en “ESPACIO 59”,
ResponderEliminar“un delfín, un delfín que pase por San Angelín
y me lleve directo a Medellín”
“ya no quiero viajar en pesero
porque luego, luego
me peleo con el chofer”
esos autobuses que circularon con el nombre del “DELFIN” y que después se convirtieran en los “ruta 100”.
Con respecto a la rola en cuestión muy buenos arreglos de los naftos y excelente letra y en general de todo el disco y sus otros discos, cuando uno escucha la versión original siempre se remite a las versiones de Naftalina, que son geniales, aquí pueden descargar el disco sin problema http://uniderock.blogspot.mx/2008/04/naftalina-historia-del-rock-de-aqui-de.html
Aquí les dejo otra letra mordaz del buen Arana, un cover de los Everly Brothers - Bye Bye Love
“EL FUTBOL”
El futbol es de lo mejor
para un servidor, para sus frustraciones
y sus bajas pasiones
el mundial me suele llevar a goza y gozar
las animalidades y las atrocidades
muchas patadas en las rodillas
golpes, mordidas y zancadillas
viva la sangre, los moretones,
la mala leche y los descontones
ooh mi amor, sírveme un alcohol
saca el chicharrón, el queso y los frijoles,
la sal y los limones.
el mundial me suele llevar a goza y gozar
las animalidades y las atrocidades
los deportistas despotricamos
nos esforzamos, nos lamentamos
perdemos todo por nuestro equipo
desde los muebles hasta el perico.
el mundial me suele llevar a goza y gozar
las animalidades y las atrocidades
el futbol es de lo mejor
para un servidor, para sus frustraciones
y sus bajas pasiones
para sus frustraciones
y sus bajas pasiones.
Ahora que está de moda el fut con la Eurocopa,
bien bajado ese balón!! mi buen pingüino.
Mil gracias por el aporte, amigo Margarito.
ResponderEliminarEn cuanto a los "delfines", en realidad sólo eran uno de los tipos de autobuses que luego se convirtieron en ruta 100. No recuerdo la marca, pero se les llamó así por su forma (el de mi barrio era el ruta Roma-Mérida, todavía me acuerdo). También me acuerdo de los "Dina" hacia el Estado de México, llamados "Guajoloteros", p0orque tenían ese espacio para equipaje sobre las cabezas de los asientos, como una parrilla, más propios de los que se usan para llevar mercancías entre los pueblos de provincia, como los huacales y los guajolotes de los campesinos... Caray, a uno le tocó eso, que seguro a los más jóvenes les suena a prehistoria...
Un abrazo desde el amargo viejazo.
Que va, mi buen y chavalon Pingüino, de esos “guajoloteros” que comentas yo tomaba uno en la Ignacio Zaragoza y me bajaba en los Reyes la Paz, constantemente me iba colgado en las puertas, o atrás en unas escaleras que tenían para subirse sobre el techo y con esto en más de una ocasión viaje gratis, jeje
ResponderEliminarD.F. blues,
en el autobús.
D.F. blues,
vive su albur.
D.F. blues,
cargando su cruz.
D.F. blues,
caminando pa’ atrás.
D.F. blues,
sin respirar.
D.F. blues,
con las bolsas sin luz…
Probablemente por ser marginal me gusta el rock simple como este que comentaste de FOLLAJE
Un abrazo Amigo
Igualmente, amigo Margarito. Yo también soy de origen marginal (por eso conocí los "guajolojets", como les decían). Pero tal como lo haces tú (aunque por modestia no lo reconozcas del todo), he tratado de volver esa marginalidad un empuje, y no un pretexto, para no seguirles el juego a los que la propician. Y para eso está el estudio (en escuelas de gobierno y la prácticamente gratuita UNAM), la reflexión y la búsqueda de llegar a materiales artísticos, filosóficos, históricos, etc., que nos abran la cabeza, como las rolas de rock que propiciaron este y el otro blog, para aprender a exigir mayor calidad educativa, artística, política, etc... Es lo que hay que hacer, ¿no te parece?
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias de nuevo.