Letra y música: Humberto Álvarez.
Intérprete: MCC.
Disco: MCC 1980/1984.
Intérprete: MCC.
Disco: MCC 1980/1984.
Me alcanzó la locura;
corrí...
corrí...
pero me alcanzó,
y provocó en mí el vómito del tiempo encarcelado,
hizo de mi existencia un por qué
y un cómo,
tradujo mis palabras a un idioma incoherente,
me lavó la cara llorosa,
sudada,
perdida entre el mundo.
La esquizofrenia amiga,
la enfermedad sabia me alcanzó,
y ahora
no me dejará,
pues sabe que el final
lo tengo yo.
En el filo del delirio aún se oye mi voz,
balbuceando la última razón.
El desorden va pintando un cielo de luz,
y va ahogando el asco y el shock.
Siento ausencia y hay mudanza,
ya no estoy aquí, ni en sus criptas;
paso a paso voy surgiendo al sol,
enterrando juramentos,
su blanca prisión
sufre depresión,
¡muere en conmoción!
En otro ejemplo de canción muy larga, y que, por ello, rompe toda condición comercial, El jardín de las delicias de MCC es una muestra casi contraria a la recién revisada Preguntando en los umbrales de Lucerna Diogenis. Esto porque si Lucerna Diogenis hizo una retrospectiva como homenaje un tanto irónico a la psicodelia, MCC explora su esencia más distintiva, y la lleva al límite, en un rock absolutamente progresivo, que incluye una introducción atmosférica muy lenta, líquida, y con texto recitado, para luego romper en un ritmo más energético y lleno de notas, en un estilo que recuerda a Yes. Y sin embargo, ambos grupos exploran vías estilísticas en el fondo muy emparentadas, por más distantes que parezcan a primera oída, gracias a que justo esa amplitud extraordinaria es lo que define al progresivo. Como dijimos, Lucerna Diogenis rompió con su línea tradicional en el disco Rock’n’roll, precisamente porque su rock progresivo es más cercano al rock clásico y al espíritu del blues, cimentado en las guitarras eléctricas y electroacústicas de Jorge Meneses. En cambio, MCC siempre siguió su vía del progresivo ambiental y polifónico, con base en los sintetizadores de Humberto Álvarez y Enrique Quezadas, con solos y figuras de apoyo complejos, así que sus exploraciones musicales se centraron en las atmósferas y en las influencias del rock sinfónico. Pero en más de una ocasión ambas búsquedas llegaron a territorios melódicos, emocionales y energéticos similares, sobre todo porque ambos estilos musicales apuntalaban el lucimiento de las voces, de Mario Rivas en el caso de MCC, y de Jorge y Gerardo Meneses en el de Lucerna Diogenis. Y si a eso le sumamos el estilo poético minimalista de las letras (lado poco habitual en los grupos del subgénero en México, como señalé antes), al final se da un espíritu común entre ambas bandas, de rock progresivo sensible e inteligente. Eso no significa que no se den las suficientes diferencias para compararlas. Y en este caso, esos contrastes no sólo permiten, sino impulsan el disfrute de las dos búsquedas, y no resulta tan fácil determinar cuál la concreta mejor, precisamente porque el progresivo es un subgénero complejo, lleno de tantos detalles significativos, que dificultan la elección (aunque en este caso Lucerna Diogenis lleva la desventaja de haber escogido una añoranza melódica, intencionalmente más simple; pero con otras rolas sería más complicado).
Como dije, El jardín de las delicias de MCC inicia con una atmósfera de hipnóticos acordes arpegiados (después del sorpresivo golpe sonoro introductorio, que amaina inmediatamente), en vueltas y vueltas con cambios mínimos, que ayudan a introducir el soliloquio recitado, y crean así una lentitud repetitiva, precisamente como los vaivenes ensimismados de los locos, tema de la letra (como veremos más adelante), por lo que la decisión es muy acertada. Pero después los mismos acordes abandonan su arpegio, en un sonido de órgano primero, para luego dar paso a notas que gradualmente pierden su coherencia armónica y pasan a la disonancia y el encabalgamiento de sonidos, hasta un pequeño caos sonoro de notas granizadas, cada vez más veloces, hasta que al fin se funden como átomos, que incluso dan una sensación de grabación al revés, al estilo de ciertos pasajes de Revolution N° 9 de los Beatles. Todo esto como una de las mejores muestras del progresivo más vanguardista y alucinado. Pero enseguida nuevos acordes se reacomodan en pares de golpes, para pasar al ritmo pleno con el ingreso de la batería, con una potencia que evoca de inmediato Sheep de Pink Floyd. Enseguida suena un impresionante solo vocal de Mario Rivas, que también recuerda las pinkfloydeanas The great gig in the sky y sobre todo A sacerful of secrets. Después, en medio y al final de las partes cantadas, los acordes aterrizan en una figura principal de sintetizador, como ya dijimos más propia de Emerson, Lake & Palmer o Yes. Y en una muestra más de la gran maestría vocal de Mario Rivas, la agudísima frase final de la letra, así como la figura que cierra la rola son simple y sencillamente inigualables. Todo esto, más los múltiples detalles, cambios de ritmo, pequeños quiebres y nuevos impulsos, etc., arman una auténtica obra maestra del rock progresivo mexicano, compleja, de virtuosismo impactante.
Por su parte, como ya dijimos la letra de El jardín de las delicias se centra en la locura, como en la ya revisada ¿Será por eso? de Caifanes (además de las referencias de otras artes citadas en el análisis de dicha rola en el otro blog, al que remito para no repetir). Pero Humberto Álvarez no explora el tema desde la oscuridad del psicópata, sino que recurre a un narrador personaje que posee una extraña mezcla de locura y conciencia de la misma, lo que no deja de ser paradójico si no se ve como lo que es: un mero recurso literario. En todo caso, atinadamente Álvarez especifica que es la esquizofrenia el tipo de mal mental del que nos habla, porque justo se caracteriza por ese vaivén entre locura y lucidez momentáneas; sin embargo, aquí se habla de esquizofrenia también de manera simbólica, en alusión a las distorsiones que provoca la vida moderna (no se dice expresamente, pero el estilo descriptivo y las imágenes “vómito del tiempo encarcelado” y “perdido entre el mundo”, además del ritmo a ratos industrial del arreglo, crean esa sensación de locura inducida por la época, y no literalmente física, congénita). Obviamente la canción El jardín de las delicias se basa en el célebre tríptico homónimo de El Bosco; sobre todo en su parte central, donde la locura se describe precisamente como una consecuencia de la corrupción humana (bajo la óptica de la moral medieval, evidentemente, además de que hay varias interpretaciones de la obra, entre ellas una que propone lo opuesto, una exaltación del placer libre, bastante osada para la época), que mostrará sus consecuencias en el infierno descrito en el tercer lado del tríptico. Adaptando esa mismo tema para su momento histórico, Humberto Álvarez escoge un estilo bastante transparente, para propiciar la credibilidad del narrador, y las escasas imágenes metafóricas poseen cierta ingenuidad, porque ese es el tipo de poesía involuntaria que crean las mentes distorsionadas: un tanto autómata e incoherente, pero sencilla (salvo casos más graves), rasgo que también define el estilo de la revisada ¿Será por eso? de Caifanes (basta compararlas), y por el mismo motivo de la credibilidad del narrador. En ese sentido, la letra de El jardín de las delicias se apega más al sentido del progresivo clásico (incluso la locura es uno de sus temas habituales), pero no deja de ser algo débil poéticamente, en comparación con el tratamiento mucho más ambicioso y oscuro de Pink Floyd, King Crimson o el mismo Lucerna Diogenis, por mencionar algunos ejemplos. No obstante, la melodía, los cambios rítmicos y el arreglo completo, además de las impecables ejecuciones instrumentales y vocales de MCC, equilibran absolutamente la rola, armando, como ya dijimos, una extraordinaria pieza larga, cumbre en el progresivo mexicano por donde quiera que se le mire.
corrí...
corrí...
pero me alcanzó,
y provocó en mí el vómito del tiempo encarcelado,
hizo de mi existencia un por qué
y un cómo,
tradujo mis palabras a un idioma incoherente,
me lavó la cara llorosa,
sudada,
perdida entre el mundo.
La esquizofrenia amiga,
la enfermedad sabia me alcanzó,
y ahora
no me dejará,
pues sabe que el final
lo tengo yo.
En el filo del delirio aún se oye mi voz,
balbuceando la última razón.
El desorden va pintando un cielo de luz,
y va ahogando el asco y el shock.
Siento ausencia y hay mudanza,
ya no estoy aquí, ni en sus criptas;
paso a paso voy surgiendo al sol,
enterrando juramentos,
su blanca prisión
sufre depresión,
¡muere en conmoción!
En otro ejemplo de canción muy larga, y que, por ello, rompe toda condición comercial, El jardín de las delicias de MCC es una muestra casi contraria a la recién revisada Preguntando en los umbrales de Lucerna Diogenis. Esto porque si Lucerna Diogenis hizo una retrospectiva como homenaje un tanto irónico a la psicodelia, MCC explora su esencia más distintiva, y la lleva al límite, en un rock absolutamente progresivo, que incluye una introducción atmosférica muy lenta, líquida, y con texto recitado, para luego romper en un ritmo más energético y lleno de notas, en un estilo que recuerda a Yes. Y sin embargo, ambos grupos exploran vías estilísticas en el fondo muy emparentadas, por más distantes que parezcan a primera oída, gracias a que justo esa amplitud extraordinaria es lo que define al progresivo. Como dijimos, Lucerna Diogenis rompió con su línea tradicional en el disco Rock’n’roll, precisamente porque su rock progresivo es más cercano al rock clásico y al espíritu del blues, cimentado en las guitarras eléctricas y electroacústicas de Jorge Meneses. En cambio, MCC siempre siguió su vía del progresivo ambiental y polifónico, con base en los sintetizadores de Humberto Álvarez y Enrique Quezadas, con solos y figuras de apoyo complejos, así que sus exploraciones musicales se centraron en las atmósferas y en las influencias del rock sinfónico. Pero en más de una ocasión ambas búsquedas llegaron a territorios melódicos, emocionales y energéticos similares, sobre todo porque ambos estilos musicales apuntalaban el lucimiento de las voces, de Mario Rivas en el caso de MCC, y de Jorge y Gerardo Meneses en el de Lucerna Diogenis. Y si a eso le sumamos el estilo poético minimalista de las letras (lado poco habitual en los grupos del subgénero en México, como señalé antes), al final se da un espíritu común entre ambas bandas, de rock progresivo sensible e inteligente. Eso no significa que no se den las suficientes diferencias para compararlas. Y en este caso, esos contrastes no sólo permiten, sino impulsan el disfrute de las dos búsquedas, y no resulta tan fácil determinar cuál la concreta mejor, precisamente porque el progresivo es un subgénero complejo, lleno de tantos detalles significativos, que dificultan la elección (aunque en este caso Lucerna Diogenis lleva la desventaja de haber escogido una añoranza melódica, intencionalmente más simple; pero con otras rolas sería más complicado).
Como dije, El jardín de las delicias de MCC inicia con una atmósfera de hipnóticos acordes arpegiados (después del sorpresivo golpe sonoro introductorio, que amaina inmediatamente), en vueltas y vueltas con cambios mínimos, que ayudan a introducir el soliloquio recitado, y crean así una lentitud repetitiva, precisamente como los vaivenes ensimismados de los locos, tema de la letra (como veremos más adelante), por lo que la decisión es muy acertada. Pero después los mismos acordes abandonan su arpegio, en un sonido de órgano primero, para luego dar paso a notas que gradualmente pierden su coherencia armónica y pasan a la disonancia y el encabalgamiento de sonidos, hasta un pequeño caos sonoro de notas granizadas, cada vez más veloces, hasta que al fin se funden como átomos, que incluso dan una sensación de grabación al revés, al estilo de ciertos pasajes de Revolution N° 9 de los Beatles. Todo esto como una de las mejores muestras del progresivo más vanguardista y alucinado. Pero enseguida nuevos acordes se reacomodan en pares de golpes, para pasar al ritmo pleno con el ingreso de la batería, con una potencia que evoca de inmediato Sheep de Pink Floyd. Enseguida suena un impresionante solo vocal de Mario Rivas, que también recuerda las pinkfloydeanas The great gig in the sky y sobre todo A sacerful of secrets. Después, en medio y al final de las partes cantadas, los acordes aterrizan en una figura principal de sintetizador, como ya dijimos más propia de Emerson, Lake & Palmer o Yes. Y en una muestra más de la gran maestría vocal de Mario Rivas, la agudísima frase final de la letra, así como la figura que cierra la rola son simple y sencillamente inigualables. Todo esto, más los múltiples detalles, cambios de ritmo, pequeños quiebres y nuevos impulsos, etc., arman una auténtica obra maestra del rock progresivo mexicano, compleja, de virtuosismo impactante.
Por su parte, como ya dijimos la letra de El jardín de las delicias se centra en la locura, como en la ya revisada ¿Será por eso? de Caifanes (además de las referencias de otras artes citadas en el análisis de dicha rola en el otro blog, al que remito para no repetir). Pero Humberto Álvarez no explora el tema desde la oscuridad del psicópata, sino que recurre a un narrador personaje que posee una extraña mezcla de locura y conciencia de la misma, lo que no deja de ser paradójico si no se ve como lo que es: un mero recurso literario. En todo caso, atinadamente Álvarez especifica que es la esquizofrenia el tipo de mal mental del que nos habla, porque justo se caracteriza por ese vaivén entre locura y lucidez momentáneas; sin embargo, aquí se habla de esquizofrenia también de manera simbólica, en alusión a las distorsiones que provoca la vida moderna (no se dice expresamente, pero el estilo descriptivo y las imágenes “vómito del tiempo encarcelado” y “perdido entre el mundo”, además del ritmo a ratos industrial del arreglo, crean esa sensación de locura inducida por la época, y no literalmente física, congénita). Obviamente la canción El jardín de las delicias se basa en el célebre tríptico homónimo de El Bosco; sobre todo en su parte central, donde la locura se describe precisamente como una consecuencia de la corrupción humana (bajo la óptica de la moral medieval, evidentemente, además de que hay varias interpretaciones de la obra, entre ellas una que propone lo opuesto, una exaltación del placer libre, bastante osada para la época), que mostrará sus consecuencias en el infierno descrito en el tercer lado del tríptico. Adaptando esa mismo tema para su momento histórico, Humberto Álvarez escoge un estilo bastante transparente, para propiciar la credibilidad del narrador, y las escasas imágenes metafóricas poseen cierta ingenuidad, porque ese es el tipo de poesía involuntaria que crean las mentes distorsionadas: un tanto autómata e incoherente, pero sencilla (salvo casos más graves), rasgo que también define el estilo de la revisada ¿Será por eso? de Caifanes (basta compararlas), y por el mismo motivo de la credibilidad del narrador. En ese sentido, la letra de El jardín de las delicias se apega más al sentido del progresivo clásico (incluso la locura es uno de sus temas habituales), pero no deja de ser algo débil poéticamente, en comparación con el tratamiento mucho más ambicioso y oscuro de Pink Floyd, King Crimson o el mismo Lucerna Diogenis, por mencionar algunos ejemplos. No obstante, la melodía, los cambios rítmicos y el arreglo completo, además de las impecables ejecuciones instrumentales y vocales de MCC, equilibran absolutamente la rola, armando, como ya dijimos, una extraordinaria pieza larga, cumbre en el progresivo mexicano por donde quiera que se le mire.
Pinguino, qué sabes de una rola de nombre Oración que al parecer compuso un integrante del desaparecido Lucerna DIOGENIS, un Gerry Meneses (no sé si hermano del Jorge que aquí mensionas. Me comentó un valedor que es una rola muy larga que editó en un disco inconseguible pero que además tiene otra versión como de circo con mezclas así de ambientes pero que nadie conoce. Si tu que parece te gustan estas cosas tienes ese material porque no lo subes y nos lo das a conocer
ResponderEliminarBigbrother
Gracias por la visita y el interés, estimado Bigbrother. Gerry Meneses es uno de los músicos que ya han visitado estos espacios (junto a Agustín Aguilar de Mamá-Z, Choluis de Trolebús, ex-integrantes de Tierra Baldía y recientemente Humberto Álvarez de MCC), y efectivamente es hermano de Jorge, ambos pilares de Lucerna Diogenis. Aquí nos contó Gerry que sacó un disco solista, supongo que el que mencionas, pero como ya dije, todo el material reciente del rock mexicano (como este caso) no lo tengo, debido a que desde hace un par de años dejé de vivir en el D.F., ya distribución del rock nacional fuera de él es paupérrima y tardía. Si en algún momento me llega el material que me cuentas, lo tendré presente sin duda. Parece que en un par de meses le caeré a la capiruicha aunque sea unos días, a ver si me hago de algún material, porque ando atrasadón de novedades. Digo, lo que me permita mi economía limntada...
ResponderEliminarUn saludo.
de acuerdo en todo,una delicia de rola
ResponderEliminarHola pinguino, curiosamente ayer leí la critica de esta canción,digo curiosamente porque justo antier y gracias a las redes sociales me entere que habían reeditado el disco de MCC 1980-1984,que era muy difícil de conseguir,y la persona que lo vendía era justamente Humberto Álvarez, así que ayer nos quedamos de ver para la entrega del disco, y amablemente me platico algunas anécdotas de su carrera y de los diferentes músicos con los que ha participado, y al llegar en la noche y poner el disco me encuentro con tu escrito,como te comente con tu blog me han pasado varias cosas curiosas como el encontrar los discos de josé antonio nachon, o el contactar a agustín aguilar tagle y que me regalara el disco que le hizo a su hermano de homenaje,en fin este blog tiene buena estrella.
ResponderEliminarOjalá así sea, amigo Simón, y como te dije por ahí en el otro blog hace un rato, es una gran noticia la reedición del disco de MCC, y qué suerte que hayas podido conversar en per4sona con Humberto Álvarez y Agustín Aguilar. Para mí, la buena estrella de este blog se da de hecho con la visita de ambos a estos espacios, con comentarios generosos, como suelen ser los de los artistas de verdad. Si se logra aportar a la difusión de su obra con estos blogs (junto con la de los grandes rockeros mexicanos), ya con eso valió la pena el trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias por tus palabras, amigo Simón.
Hola Pingüino, ¿Qué tanto te gusta Emerson, Lake and Palmer? ¿Algunas rolas en especial?
ResponderEliminarMe gusta mucho, amigo Daniel, como casi todo el progresivo, sobre todo el clásico. Mencionar canciones es difícil, pero obviamente estarían "Lucky man", "Fanfare for the common man" y "Pictures at an exhibition", entre muchísimos ejemplos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Oye, y de la música de Vangelis ¿qué opinas?
ResponderEliminarTambién me gusta, desde el tiempo de "Aphrodite's child" (con lo raro que es ver en la misma banda de rock progresivo a Vangelis con Demis Roussos de bajista y cantante, pero bueno...), aunque no es de lo que más me fascina. Sin duda el tipo es un genio de la música, y lo que hizo para cine es excelente. Igual en la línea recta del progresivo, me cargo sin duda hacia el polo del sinfónico, y menos hacia el de la música electrónica, más propio de Vangelis...
ResponderEliminarHola Pingüino, hace poco en Radio Educación oi una pieza que me gustó mucho: Diamond head, de Phil Manzanera.
ResponderEliminar¿Te gusta esa pieza? ¿Te gusta Manzanera? ¿Qué otras piezas parecidas conoces, para buscarlas?
Saludos.
Oye, unas preguntas al vuelo: ¿te gusta el ajedrez? ¿Qué estás leyendo?
ResponderEliminarAmigo Daniel, sí me gusta Manzanera, pero no me vuelve loco. Obviamente lo conozco desde la época de Roxy Music, un grupo que, como todos los del llamado "glam rock", nunca terminó de convencerme. En esta pieza, se nota demasiado la influencia, de hecho reconocida, de David Gilmour, a quien Manzanera ha producido en sus últimos discos solista. Precisamente te recomiendo acudir directamente a esos discos de Gilmour, si te gusto esta rola que mencionas, porque es sin duda más logrado, más imaginativo.
ResponderEliminarRespecto al ajedrez, sí me gusta, pero me frustra un poco no ser lo suficientemente bueno, sobre todo por carecer de una formación teórica más sólida (no conozco suficiente de aperturas, por ejemplo). Pero de hecho me gustan mucho los juegos de mesa, tablero y demás, casi todos. Me gusta mucho el billar, sobre todo la carambola y el pool de nueve bolas, pero disfruto también mucho el póker clásico (no me gusta el llamado "hold'em"), el Rummy, el Scrabble, y hasta los más básicos como "Basta", "Serpientes y escaleras", y otros así. Los últimos juegos que me han gustado mucho son "Taboo" y sobre todo uno que hasta premios ha ganado, llamado "Dixit", te los recomiendo. Y también son muy entretenidos unos que me enseñó una amiga argentina, llamados "Mafia" (que se juega sólo con unos papelitos) y otro llamado "Toque y fama", que también se necesita sólo papel y lápiz...
Respecto a lo que estoy leyendo, "La traición de Rita Hayworth" de Manuel Puig, de quien me gustó mucho "El beso de la mujer araña" (la película es también muy buena). Leí de él también "Boquitas pintadas", pero voy a tener que releerlo, porque fue hace mucho, y ya no recuerdo bien cómo era.
UN abrazo.
Olvidé otro de mis juegos favoritos, y no me perdonaría no mencionarlo: el dominó en parejas.
ResponderEliminarHola Pingüino, fíjate que en Radio UNAM hay un programa llamado "Cuando el rock dominaba el mundo", (los viernes a las 6:30 pm) y allí pesqué una rola que me gustó, "Good Lord" de un grupo llamado Paladin, que no conocía. Escuché otras rolas de ese grupo, confirmé mi entusiasmo, y pensé que si alguien conocía a esta banda serías tú. ¿Te gusta, pues?
ResponderEliminarHe de decir que busqué la letra de dicha rola y es un tanto inocente, casi como de superación personal; pero en conjunto me gustó la música, muy enérgica, muy sabrosa y bien ejecutada, creo yo (después hasta sacaron un disco de jazz, del que oi una parte y me pareció muy interesante).
Este descubrimiento coincide con mi rechazo a cierto tipo de bandas anglosajonas actuales, muy de moda, pero que a mí me suenan igual, me dan hueva, la verdad; esas bandas que encabezan los festivales Corona, Vive Latino y similares como Tame Impala, Vampire Weekend, Travis, etc. Salvo una que otra rola, (por ejemplo "Somebody That I Used To Know" de un tal Gotye, que me pareció notable), me parece que tienen un sonido muy uniforme, descafeinado, que no proponen gran cosa y en comparación con la música de estos Paladin (ya no digamos Led Zeppelin o The Doors) me parecen somníferos (aunque no me he metido a leer sus letras con detenimiento, a lo mejor allí hay algo más interesante, no sé...)
¿O será esa tendencia humana a encontrar repelentes los gustos de las nuevas generaciones? ¿Esa impaciencia que nos impide escuchar con atención nueva música y descubrir sutilezas y cosas valiosas? Algo habrá de eso, supongo. Digo, el rock de antes también era detestado, le sonaba todo igual o le era indiferente a mucha gente, ¿no?
Bueno, ¿ubicas a qué bandas me refiero? ¿A ti te gusta algo de esos grupos, hallas algo rescatable?
Oye, otra cuestión: sin duda estás muy ocupado y tienes otras prioridaddes, pero ojalá mantengas en el radar el análisis de "En el centro del mercado" porque tengo gran curiosidad por saber qué dices de esa fascinante y enigmática rola.
Y finalmente, ¿qué andas leyendo?
Saludos.
Amigo Daniel, disculpa la tardanza en responder, pero estaba con gripe, así que apenas me estoy reincorporando a la vida normal...
ResponderEliminarFíjate que no conocía a este grupo "Paladin", o si lo escuché alguna vez, no lo recuerdo, pero la rola que mencionas me gustó bastante, lo mismo que otras que escuché después, es un muy buen descubrimiento (bastante tardío, qué vergüenza para mí), te agradezco el dato. Me recuerdo mucho al mejor Traffic. Obviamente estoy hablando del aspecto musical, porque no he revisado el contenido de las letras, así que esta opinión es sólo parcial, lo aclaro. Respecto al segundo punto, estoy muy desconectado de la música actual (y también me pasa con la literatura y otras ramas del arte, salvo el cine), en parte porque resiento mucho el poco contenido que encuentro. Yo creo que es una etapa muy crítica de la música, al menos en el nivel de lo que resuena mundialmente. Por desgracia, lo subterráneo ha ido quedando fuera de mi alcance, así que esa es deficiencia mía. Quizá haya cosas interesantes, pero no llegan a uno, o al menos a mí. Por lo mismo, no conozco el material ni las bandas que mencionas, por lo que no puedo opinar específicamente. No temo que sea un rechazo acrítico a lo nuevo, porque me limito, como siempre, a los aspectos melódicos, armónicos y demás, lo mismo que los literarios, y esos a estas alturas de la historia del arte no dependen tanto de la época, pero, por lo mismo, tampoco tienen esa excusa...
Respecto a lo que estoy leyendo, terminé "Los comediantes" de Graham Greene, a quien no había leído nunca, porque tenía cierta imagen medio comercialona de él. Pero me gustó bastante el libro, así que me lancé a leer el más famoso suyo, "El poder y la gloria" (que transcurre en México), y voy a la mitad. Me ha gustado bastante menos, curiosamente, pero veré cómo termina...
Saludos.
Gracias por tu respuesta, Pingüino. Solo un detalle: el programa que te digo empieza a las 6:45; no querìa dejar ese dato colgando. Saludos. Daniel.
EliminarOtra pregunta: ¿Te llegaron a interesar Nirvana y Pearl Jam?
ResponderEliminarPocazo, nunca terminaron de convencerme, y lo que me empezó a pasar es que me gustaban una o dos rolas de cada grupo de la época, no más. Creo que la última canción que realmente me entusiasmó fue "Black hole sun" de Soundgraden, que sigo encontrando una rolota. Me gustaron más o menos (es decir, con reparos por un tonito comercialón que me resulta irritante) algunas rolas de R.E.M., una que otra de Nirvana, algunas de Cranberries (como "Zombie" y "Ode to my family"), alguna de Radiohead ("Creep"), "Bitter sweet symponhy" de The Verve y cosas así, pero carreras o discografías amplias, creo que la última fue la de Yes, imagínate. Siempre he supuesto que del lado del underground, que obviamente no suena en las radios, debe haber cosas interesantes, pero no he tenido acceso a ello, así que no paso de suponerlo... Supongo que estoy algo oxidado, y obviamente eso no me gusta, pero quizá es un poco inevitable, ¿no?
ResponderEliminarHola, estimado Pingüino, ahora quiero saber tu opinión de esta rola, que me imagino conoces y por ende a la banda.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=JS2Ag7OwGRs
Es buena, ¿no? la pusieron en Radio UNAM, en un segmento de rock que pasan los sábados a las 10 de la noche.
¿Y cómo t va en la cuarentena? ¿Qué andas leyendo? Saludos.
Por supuesto que conozco esta banda, una de las más patrocinadas por los Beatles, y que, de hecho, actúan en el famoso concierto para Bangladesh. Y claro que me gusta, con ese aire de renovación de lo acústico, y un arreglo muy evocador de la época. Genial.
ResponderEliminarRespecto a la cuarentena, indignado por ver, una vez más, que no existe una verdadera izquierda en México, y que los pocos elementos que existieron, han quedado sepultados por las corruptelas del PRD primero, y la ignorancia y el mesianismo de Morena. México no sólo es un estado fallido, sino que carece de opciones dignas en la política. Es muy lamentable, porque uno creció esperando que cayeran las asquerosas derechas de PRI y PAN, y se topa con este gobierno unipersonal, cerril, intolerante e ignorante. Obviamente permanezco aislado, porque la manipulación de las cifras y la información del gobierno no pueden dictar mi propio cuidado y lo que me da el acceso al conocimiento científico. En fin, una pena.
Respecto a la lectura, estoy al inciio de "los cuadernos de don Rigoberto" de Vargas Llosa, que, como ya he dicho, es tan buen escritor como nefasta persona, aunque este libro no es de los mejores, al menos hasta ahora. A ver si mejora.
Un abrazo.